¡Que hablen los jóvenes!

por | May 3, 2022 | Formación, Reflexiones | 0 Comentarios

El mes de octubre de 2018 se realizó el Sínodo de los Obispos con el tema: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. El objetivo del Sínodo era sorprendente: “Ayudar a la Iglesia a rejuvenecer su rostro”. ¡Qué sueño tan hermoso! ¡Rejuvenecer el rostro de la Iglesia!

¿No es verdad que muchas veces relacionamos la vida de la Iglesia con lo anticuado? ¿No es verdad que en muchos ambientes se vive la fe como rutina, sin alegría y entusiasmo, sin compromiso profundo?

Dejemos hablar a los jóvenes. Y escuchémoslos, que tienen mucho que decirnos.

«No cobres de nadie, cobra de mí solo, que yo te pagaré reino por reino»

… Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo:

«Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. (Mc 10, 21-22).

Esta es la respuesta de Jesús al joven que se acercó para hacerle la que, quizá, es la pregunta más radical de todas ¿Qué hacer para obtener la vida eterna? Los jóvenes nos encontramos hoy con el mismo interrogante, solo que la cultura en la que nos movemos responde con una infinidad de alternativas, casi todas difusas e inconsistentes. Y en medio de todo este manantial de apariencias sigue latiendo la propuesta de Jesús, una propuesta que es compatible con las aspiraciones de muchos jóvenes que, como dice el Papa Francisco, «no se dejan aprisionar por los sueños ajenos que destruyen y asesinan». Hoy la vida con sabor a eternidad es un valor inestimable, es la apuesta por un futuro para todos, y esa es la propuesta de Jesús. Por ello, ser cristiano en este tiempo tiene que ver con la capacidad de no dejarse abatir por el deseo del tener, sino por la solidaridad del compartir, para soñar que otro mundo es posible y ofrecer alternativas que no cierren la vida sobre sí, más bien, que dispongan un corazón abierto a todos, para amarlo todo, porque todo es don de Dios.

Hay algunos que nos planteamos que esa manera de seguir a Jesús puede ser vivida con radicalidad como sacerdotes misioneros, estamos convencidos de que es posible creer que la vida es apertura esencial y lo abraca todo. Latimos al ritmo de la promesa del Señor, pero convencidos de que el cielo está presente aquí y ahora, y nos anima el deseo de no encerrarnos en los límites de nuestras seguridades, ir ahí donde la vida clama, a las fronteras existenciales para trabajar junto a los pobres de la tierra, seguros de que Dios sigue acompañando a su pueblo, obstinados en que el reinar de Dios acontezca como el bien mayor de nuestra humanidad.

Este puñado de hermanos, que compartimos nuestra lectura de la Palabra de Dios con ustedes, vivimos al ritmo del carisma vicentino, día a día nos alienta la convicción de que la Buena Nueva es para los pobres. El dolor humano nos interpela, nos ha traído hasta aquí la convicción de que la violencia, la injustica y el mal no pueden tener la última palabra, sólo la caridad es digna de fe, esa caridad que el joven del evangelio no supo entender es la que nos ha permitido elegir lo que es verdaderamente esencial. Hoy que vivimos cada día más conscientes de las brechas que abre la desigualdad, estamos convencidos de que el carisma de san Vicente de Paúl es más vigente que nunca, puesto que no podemos distorsionar la realidad, ni aceptar que existan dos dimensiones separadas, una espiritual y otra corporal. San Vicente hoy nos sigue recordando que es la totalidad de la persona la que tiene que encontrarse al mismo tiempo con la presencia salvadora de Jesús. Esta es la verdad que nos habita.

Ahora que la Pascua florece, que la victoria de Cristo confirma que hay lugar para un cielo nuevo y una tierra nueva, quisiéramos invitarte a mirar con los ojos de la resurrección lo nuevo que Dios nos ofrece, que no esperes sino la paga del reino prometido. Florece tú también con nosotros, amiga y amigo, y que nos sea dado encontrarnos entre estas palabras, colmados de gozo por la victoria de Jesús.

F. Armando González M. C.M. (4° Teología), México
Fuente: “Evangelio y Vida”, comentarios a los evangelios. México.

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