Afortunadamente tengo muchos hermanos nicaragüenses que son mis amigos y que todas las semanas comparten conmigo los problemas de su país, algunos están allá y otros por acá; pero el terror de un régimen brutal y asesino no les permite hablar porque inmediatamente los toman presos o acabarían con sus familias en Nicaragua, esto muchas veces no es comprendido por nuestros hermanos latinoamericanos, cuyos gobiernos mantienen relaciones y muchas veces hasta amistosas haciendo que ese régimen se mantenga en el país, sin recibir ninguna objeción a sus políticas. Nos olvidamos de 50 años de guerra, con más de 65 mil muertos y ahora esos mismos dirigentes están sometiendo al país a un silencio sepulcral por cuatro leyes infames que castigan con cárcel al que hable distinto al régimen, está penado aplaudir, reír y ser feliz.
Ellos me cuentan, que sueñan, con que es una voz gigante que se escucha como marcha, se organiza y grita con la bandera azul y blanco, bandera prohibida porque significa cárcel; pero luce altiva en nuestros brazos y un día no muy lejano ellos la instalaran junto a los que no tienen libertad, aunque los seguidores de la dictadura también están silenciados, el silencio de ellos debe ser más terrible porque no tienen futuro, tienen prohibido pensar, opinar y peor aún, tampoco tienen libertad, callan para conservar privilegios y para no caer en desgracia, por el temor de perder hasta lo que aun les quedaba. Antes hablaban de los derechos humanos y la lucha de ellos era, porque el país pudiera tener esos privilegios, hoy no son capaces ni de mencionarlo porque ni ellos mismo pueden salir del país.
Cuantas cosas pudieran esgrimir los que escriben sobre Nicaragua, y cuantas cosas pudieran evidenciar los regímenes latinoamericanos para exigir la salida del país de ese régimen oprobioso, imaginen un país donde las organizaciones de sociedad civil fueron despojadas de su personalidad jurídica para criminalizarlas y capturar a sus integrantes, otro desacierto fue la reforma del código penal a conveniencia para criminalizar a los opositores e igual que la Constitución Política la reformaron para mantener de forma vitalicia al dictador.
Los expertos en política, sobretodo algunos politólogos de basura, dejaron de brindar su opinión por temor, porque el parecer en América Latina, se está viviendo como en Rusia, sin libertad, los nicas están sufriendo en su país porque, las fuerzas armadas se volvieron propiedad de una familia y sin ninguna piedad torturan y asesinan a su propio pueblo, se han convertido en una fuerza extranjera de oposición que no permite al pueblo sometido, manifestarse públicamente porque los asesina.
Acá están en silencio los periodistas independientes que no pueden ejercer su profesión, no pueden decir la verdad y no les ha quedado más remedio que exilarse o están presos.
Acá están en silencio los que están presos por pensar diferente, explota y sale de las celdas del Chipote, lugar de tortura y a gritos piden la unidad de todos los sectores.
Acá están en silencio los presos políticos que están exigiendo que se deje de cuestionar a las personas que antes pertenecían a la dictadura, que, por el contrario, se reciban con los brazos abiertos.
Acá están en silencio los músicos, es ensordecedor, cantando a la rebelión de Abril 2018.
Acá están en silencio los sacerdotes católicos, es un grito a Dios, que hoy claman ayuda, a como lo hizo con Israel, cuando estuvo cautivo en Egipto.
¿Y, quien no está en silencio? Por ahora, solo el régimen es el único partido político que hace propaganda todo el tiempo, se valen de los recursos del estado para su propaganda política y criminal.
Sin embargo, el miedo que puede reconocerse en sus caras, es mucho ahora, porque la Organización de las Naciones Unidas investigará los crímenes cometidos en 2018 y yo exalto a esa familia, por favor, tengan un gesto humanitario, ustedes tienen mucho dinero, entreguen el poder y eviten más guerras fratricidas, ofrézcanselo a Dios como una señal de arrepentimiento y quizás obtengan su perdón. Ojalá así sea por el bien de Nicaragua.
Por Víctor Martell
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