“Jesucristo es la piedra angular. Aleluya”
Hech 4, 1-12; Sal 117; Jn 21, 1-14.
Se acabaron las preguntas. ¿Qué significa tal parábola? ¿Cuántas veces hay que perdonar? ¿Por qué no pudimos hacer tal milagro? ¿Dónde vives?
¿Quién pecó?… Tampoco hay sobresaltos ni precaución de estar a puerta cerrada. Los apóstoles están al aire libre, la escena del lago yendo a pescar nos recuerda a Jesús en los primeros capítulos del evangelio ¿verdad?
Todavía no lo reconocieron, pero tras aquella pesca abundante el discípulo amado se da cuenta y dice: “Es el Señor”. Con eso bastó y Pedro se lanzó al agua para llegar hasta Él. Así pasa en la comunidad parroquial o familiar, unos captan al Señor, otros acogen el anuncio, otros gozan de la presencia. Cada uno a su ritmo.
Después de ver al Resucitado y creer, ninguno se atreve a preguntar o siente temor, estaban nuevamente con Él, así que soltaron sus resistencias, abrieron su mente y corazón para comprender su misión. Estaban reconciliados con ellos mismos, entre sí y con el Señor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alicia Margarita Cortés C. HC
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