“Cantemos al Señor con alegría. Aleluya”
Hech 3, 1-10; Sal 104; Lc 24, 13-35.
Celebramos la Resurrección reflexionando dos milagros: la curación del paralítico y el de Emaús.
Pedro y Juan en Jerusalén, Cleofás y otro discípulo dejando Jerusalén tres días después de escuchar a las mujeres contando que Jesús se les había aparecido.
El paralítico contaba con el apoyo de alguien que lo dejaba en la “puerta Hermosa”. Pedro le dice que en nombre de Jesús el Nazareno se levante y camine. Es fácil evocar las ocasiones en que los dos apóstoles fueron testigos de hechos y palabras semejantes cuando estaba Jesús con ellos. El paralítico deja de serlo y puede entrar con Pedro y Juan al templo saltando y alabando a Dios.
Los discípulos de Emaús redireccionan la ruta después de reconocer a Jesús; ellos que decepcionados tomaron distancia de la comunidad miedosa y creyente, se alejaron descorazonados. Jesús comparte el camino con ellos, repasa la Historia de Salvación y con la fracción del pan hace el milagro de Emaús. Esos discípulos, paralizados por la tristeza y el desencanto, se levantaron y regresaron a la comunidad. La noche se hizo día.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alicia Margarita Cortés C. HC
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