“No pierdan nunca el ánimo“
Is 50, 4-7; Sal 21; Flp 2, 6-11; Lc 22, 14-23, 56.
En el relato del profeta Isaías encontramos un testimonio de libertad frente al abuso y la cobardía; vemos la congruencia que anuncia confianza en Dios y denuncia la agresión sin límite del inicuo.
Por su parte, San Pablo describe a Cristo Jesús como el Hijo plenamente coherente con el plan de salvación.
Hijo de Dios encarnado, obediente de manera proactiva; así se deja ver en este cántico de Filipenses que no muestra a alguien objeto de humillación, sino alguien que participa en fidelidad porque se desprende, se vacía, se hace obediente hasta el último latido de su corazón.
En nuestro camino de fe suceden contrariedades, accidentes; lo que no puede ser accidental es nuestro gesto, nuestra opción, nuestra respuesta a un Dios que da su cuerpo y su sangre al ser clavado en cruz.
El relato de la pasión de nuestro Señor es un relato del amor de Dios, de la fidelidad del Hijo; también es un relato de la necedad humana, de la resistencia que produce el pecado y, yendo más allá, pueden verse también algunos gestos de misericordia y de esperanza en las acciones de José de Arimatea y las discípulas que asistieron al entierro de su Maestro.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alicia Margarita Cortés C. HC
0 comentarios