“Su padre lo vio de lejos y se enterneció“
Jos 5, 9-12; Sal 33; 2 Cor 5, 17-21; Lc 15, 1-3. 11-32.
Ante las críticas que le hacen los fariseos porque come con pecadores, Jesús responde con esta hermosa parábola que llamamos “del Hijo Pródigo”.
Al leerla, recordaba aquella frase de Jesús: “Nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11, 27). Porque en esta parábola Jesús, el Hijo, nos está revelando el verdadero ser del Padre, su auténtico rostro; al mismo tiempo que justifica su propia actitud acogedora de los pecadores.
No quisiera comentar nada más, solo pedirte que hagas un pequeño ejercicio. Imagínate la escena del recibimiento, del reencuentro de padre con el hijo que vuelve. Imagina que el padre es Dios y que ese hijo eres tú. Siente ese abrazo cálido, sin reproches, y una voz que te dice que eres amado, que el pasado quedó atrás, que eres digno de su cariño y que todas sus riquezas son tuyas.
Ahora tú abrázalo también, dile a tu Padre que estás feliz y agradecido, que te hizo falta cuando estabas lejos, que fuiste un tonto al pensar que la felicidad estaba fuera de su abrazo y de su mirada. Que sin Él eres un huérfano perdido, confundido.
Tu verdadero hogar es ese abrazo. Tu principio y tu destino eterno están en esos brazos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
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