Nosotras, las Hermanas de la Caridad de Nazaret, nos sentimos urgidas por el amor de Cristo a «trabajar por la justicia en solidaridad con las personas oprimidas, especialmente los económicamente pobres y las mujeres, y a cuidar la tierra» (Declaración de la Misión de Hermanas de la Caridad de Nazaret). Nos solidarizamos con el pueblo ucraniano, que está siendo oprimido por una guerra iniciada por Rusia, y condenamos la agresión como una injusticia. Damos las gracias a quienes, en Ucrania y en países vecinos, alimentan, acogen y atienden con compasión a los desplazados por el conflicto, y les brindamos nuestro apoyo financiero y en forma de oración.
La matanza indiscriminada de civiles, especialmente de mujeres y niños, nos lleva a hacer un llamamiento a los líderes mundiales para que trabajen en la búsqueda de una solución para esta guerra, pidan cuentas de la destrucción a los agresores y ayuden a reconstruir lo que ha sido destruido, para que el pueblo ucraniano pueda regresar y reconstruir sus vidas. Apoyamos la presión económica que se ha ejercido sobre Rusia para que detenga la violencia y esperamos que estos esfuerzos sean efectivos. Lamentamos que estas políticas económicas causen sufrimiento a la población rusa de a pie, especialmente a los que viven en la pobreza, que serán los más afectados. En solidaridad con las personas de todo el mundo, rezamos con y por los ciudadanos de Ucrania y Rusia que se ven obligados a soportar un sufrimiento indecible —físico, emocional, psicológico, social y económico— en los próximos días y durante los años venideros.
Aunque reconocemos el derecho del pueblo ucraniano a defenderse, también sabemos que es cierto lo que afirma el papa Francisco: «Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas. […] La violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte más muerte. Tenemos que romper esa cadena que se presenta como ineludible» (Papa Francisco, Fratelli Tutti, 227). Con este fin, esperamos y rezamos para que la comunidad mundial tenga el valor de reevaluar sus inversiones en el complejo militar-industrial para la guerra y reorientar estos recursos hacia el logro de una paz justa a través de la no violencia, la resolución de conflictos y la construcción de la paz.
Creemos que todo ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios y, como tal, está llamado a respetar el derecho de todos a la vida. Por lo tanto, nos solidarizamos, no sólo con los oprimidos, sino también con los que buscan una paz justa y el fin de las matanzas.
Fuente: https://nazareth.org/
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