“Yo soy la esclava del Señor”
Is 7, 10-14; Sal 39; Heb 10, 4-10; Lc 1, 26-38.
Nueve meses antes de la Navidad celebramos el gran misterio de la Encarnación, ese milagro portentoso en el que el Verbo se hace hombre para encontrar a los hombres y caminar con ellos.
Y es María, la virgen sencilla de Nazareth, la que abre la puerta a este milagro con su “hágase en mí según tu palabra”. En ese instante “el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). A partir de ese portento, ahora podemos captar la Palabra de Dios hecha carne en el profeta de Galilea llamado Jesús… Nadie nos puede hablar como él porque Dios ha tomado carne en él. En sus palabras, sus gestos y su vida entera nos estamos encontrando con Dios. Dios mira a las personas como las mira Jesús; acoge, cura, defiende, ama, perdona como lo hace él. Jesús es Dios hablándonos desde la vida frágil y vulnerable del Profeta de Nazareth”. (Pagola).
“¿Creemos que Jesús es el mayor milagro de Dios en todo el universo? Él es todo el amor de Dios, contenido en un corazón y un rostro humanos” (Benedicto XVI).
Contemplemos y agradezcamos hoy ese gran misterio de amor y de cercanía.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
0 comentarios