“Regresó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad”
2 Sm 7, 4-5. 12-14; Sal 88; Rom 4, 13. 16-18; Lc 2, 41-51.
Jesús era llamado “el hijo de José”. Sabemos que San José fue un humilde carpintero, desposado con María y que fue un hombre justo, dispuesto siempre a cumplir la voluntad de Dios. En Belén vio nacer al Mesías en un pesebre y valientemente asumió la paternidad legal de Jesús, a quien protegió siempre. En Nazareth vivió de manera oculta trabajando y acompañando el crecimiento de Jesús.
Te saludo, José, padre de Dios Hijo y esposo de la Virgen Madre; modelo de dulzura y paciencia, de humildad y de obediencia.
Tú eres bendito entre los hombres. Benditos son tus ojos que vieron al Salvador y tus oídos que lo escucharon. Benditas tus manos que tocaron al Verbo hecho carne, tus brazos que cargaron a Aquel que lleva todas las cosas y tu pecho sobre el que el Hijo de Dios reposó. Bendito sea tu corazón inflamado del amor más ardiente por Jesús.
Bendito sea el Padre eterno que te eligió, el Hijo que te ha amado y el Espíritu que te santificó. Bendita sea María, tu esposa, que te amó tiernamente como a un esposo y un hermano.
Y benditos sean todos los que te aman y bendicen.
(De una oración de San Juan Eudes).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
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