Déjame ver tu rostro Jesús,
Cuando me digan mis compañeros que
Sí pueden acompañarme a la actividad de brindar
Desayunos en el asilo de la ciudad, y luego me llamen
Para decirme que no pero Tú, sin darme cuenta,
Vas conmigo.
Déjame ver tu rostro Señor,
Cuando mis compañeros me digan que se están quedando
Sin fuerzas y que cada vez sus experiencias de vida,
Por más atención y empeño que pongan a lo que hacen,
A nada le encuentran ya sentido.
Déjame ver tu rostro Jesús,
Cuando sea yo el que necesita un simple “¡Hola! ¿Cómo estás?”,
Y nadie me busque o me llame para decírmelo,
Aunque siga esperanzado que, al que yo
Creía mi compañero o amigo me lo va decir,
Y nunca me lo diga, pero allí estás tú.
Déjame ver tu rostro Jesús,
Cuando vea que la medicina que han
Medicado a mi pariente muy querido
Ya no está haciendo el efecto necesario,
Aunque se le este administrando como el
Médico lo dice.
Déjame ver tu rostro Jesús,
Cada vez que me digan que no puedo lograrlo,
Porque no tengo experiencia en realizar
Aquella tarea en la cual he puesto mi mejor
Esfuerzo por que las cosas salgan bien hechas,
Y a nadie le parezca como lo hice.
Déjame ver tu rostro Jesús,
Cuando vea la felicidad con que han
Encontrado el amor de su vida las parejas de amigos,
Y yo tenga que entender que ese mismo amor
Que se pregonan ellos, yo también me lo disfruto,
Sin darme cuenta, en el servicio a los que
Me necesitan y me lo gozo
Igual que ellos, tal cual contigo.
Gracias amado por dejarme acariciarte,
Sentirte cerca de mí, con tan solo ser sensible al frío,
Sin darme cuenta que acá estas en cada cosa buena que hago,
Por estos cuarenta días meditando
En cómo cargar mi propia cruz o
Cómo ayudarte a ti a cargarla.
Mario Andrez Gutiérrez Hernández,
Conferencia “Santa Luisa de Marillac”, SSVP, Guatemala.
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