Oraciones y transformaciones buenas

por | Mar 10, 2022 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Cristo está siempre en oración en la presencia del Padre.  Y es mientras ora que el aspecto de su rostro cambia y sus vestidos brillan de blancos.  Las oraciones llevan a cambios buenos.

En un foro de intercambio de ideas, habló un comentario de las oraciones como expresiones de confianza en Dios.  Se citó:  «En paz me acuesto y al instante me duermo.  Pues solo tú, Señor, me haces vivir en paz» (Sal 4, 9).

Y una respuesta le recomendó los buenos sentimientos al que confiaba en Dios.  Pero añadió el que se hizo respondón que la citada oración y otras tales oraciones eran buenos sentimientos no más.

El que descartó la fe sencilla como mera ingenuidad era un experto en la biblia.  Pero el descarte no se debió a los estudios.  Pues hay expertos que tanto más conocen la biblia, cuanto más firme su fe.  El problema es que nos dejamos hinchar por lo que logramos conocer (1 Cor 8, 1; véase también RCCM XII:8).

Y la enseñanza de que Dios oculta a los sabios lo que les da a conocer a los sencillos tiene que ver con ese hinchazón.  Tal orgullo, sí, lleva a que se les burle a las cosas de religión, a las oraciones, desde luego.  Pues todas ellas se tachan de anticuadas y supersticiosas.

Las oraciones transforman.

Alfred Tennyson era sabio.  Pero no fue, por lo visto, de los sabios altaneros.  De hecho, escribió él:  «La oración produce más cosas de las que este mundo sueña».  No fue como el respondón; captó el poeta la fuerza de las oraciones.

Así que se nos anima a los que nos desanimamos.  Pues por tanto que recemos por la paz en Ucrania, por ejemplo, sigue la guerra.  Y es por eso que nos preguntamos si el Señor es de verdad quebrantador de guerras (Jdt 16, 2).  O se nos tienta quizás a decir que Dios no ve las injusticias ni se entera de ellas (Sal 94, 7).

Pero no nos basta ni con el poema alentador de Tennyson.  Al final, para ser constantes en las oraciones, nos hemos de fijar en Jesús.

En medio de su trabajo para hacer mejor la vida de los pobres, se queda él «hombre de grandísima oración» (SV.ES IX:380). Sí, está siempre en oración en la presencia del Padre.

Por lo tanto, si se nos pone en duda la fuerza de las oraciones, nos fijaremos en el Transfigurado en la oración.  Escucharemos también lo que se habla de su éxodo.  Y haremos lo que dice la voz desde la nube.

Si todo esto lo cumplimos, si así rezamos, el rezo se nos hará «verdadero conocimiento» (Pseudo-Crisóstomo).  Vislumbraremos en la oración lo de Jesús oculto a los sabios.  Y aprenderemos el sentido de la transfiguración.  A saber, el camino que lleva a que se nos transforme a los hombres va de la esclavitud a la libertad.  De la muerte a la vida.

Nos da ejemplo el Maestro, el Señor, para que como entrega su cuerpo y derrama su sangre, así también lo hagamos.  Solo así se nos transformará a los hechos de barro.

Señor Jesús, haz que nuestra fe sea como la de Abrahán.   Concédenos escucharte, y trabajar contigo por un mejor mundo.  Y no nos dejes olvidar que solo por tus oraciones a gritos y lágrimas nos transformaremos.

13 Marzo 2022
2º Domingo de Cuaresma (C)
Gén 15, 5-12. 17-18; Fil 3, 17 – 4, 1; Lc 9, 28b-36

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