“Llamen y se les abrirá”
Est 4, 17n. p-r. a. b. g. h; Sal 137; Mt 7, 7-1.2
Jesús nos invita en el evangelio de hoy a ver a Dios como un Padre. Pide, busca, llama –nos insiste–, porque hay Alguien que responde, que está atento a tu llamado.
Y para reafirmar su dicho, agrega: Si ustedes, que son como son, procuran darle lo mejor a sus hijos, ¡imagínense los tesoros inmensos que su Padre del cielo, el dueño de todo, tiene preparados para ustedes si se acogen a su amor! Si ustedes, que a veces tienen el corazón endurecido, se indignan ante la injusticia y el abuso, ¡imagínense cómo se mueve el corazón de Aquel que es Bondad Infinita cuando ve a sus hijos más pequeños e indefensos siendo víctimas de los poderosos y prepotentes!
Jesús quiere que seamos conscientes de la dimensión del amor de Dios. Él era consciente de ello, se sabía amado y por eso confió siempre. Incluso al final, cuando se veía solo, reafirmó su confianza: “En tus manos me encomiendo”.
Cuando te das cuenta del amor de Dios, eres capaz de descubrir la gran dignidad que tienes como hijo y de entender tu vida como un regalo maravilloso. El amor de Dios te hace fuerte, te hace digno y te impulsa a ser fiel y a corresponder al amor recibido.
“Saberse amado da más fuerza que saberse fuerte”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
0 comentarios