“Si tu mano te lleva a pecar, córtatela”

St 5, 1-6; Sal 48; Mc 9, 41-50.

Aunque no gusta mucho hablar del pecado, es una realidad que no podemos eludir. La sencillez de este discurso de Jesús nos hace ver que nada es más importante que Dios y su reino. El discípulo de Jesús debe comprender muy a fondo esto, pues no puede jugar con medias tintas, el respeto al proyecto del Reino exige radicalidad. Por pequeño que sea, como dar un vaso de agua, todo lo que hagamos por Dios, por la vida que Él creó, es algo muy grande. Pero también, todo aquello que daña la vida del hombre sobre la tierra, le hace mal al proyecto de Dios, y por pequeño que sea, es digno de tenerse en cuenta.

Esto han de tenerlo muy claro quienes optan por seguir a Jesucristo. Si nos fijamos bien, Jesús no amenaza con premio o castigo, su alternativa es que el discípulo está llamado a ser “testigo”, “sal”, “luz” para el mundo. Todo lo que haga bien, servirá para construir el reino. Más, si causa un escándalo, por pequeño que sea, da motivo para que los enemigos del Reino destruyan lo que se ha construido. No será fácil vernos libres de todo pecado, pero al menos cuidemos de no destruir lo que con tanto trabajo se ha venido construyendo en fe, en esperanza y en el amor de Jesucristo.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Aarón Gutiérrez Nava C.M.