“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
1 Pe 5, 1-4; Sal 22; Mt 16, 13-19.
No es raro que Jesús no quiera que sepan de su presencia, buscaba intimidad con sus discípulos quienes, por el camino, discutían sobre “quién era el más importante”. Ellos siguen pensando en un Mesías político con quien compartir el poder y colmar sus verdaderas ambiciones. No han entendido que Jesús va a “ser entregado”, ni el significado tan profundo de esta entrega: “para que el mundo fuera salvado”. Esta entrega no tiene nada que ver con la perspectiva de los jefes judíos, quienes le quitarán la vida a Jesús porque ven amenazado su poder y sus ambiciones.
Por eso sorprende la gran paciencia de Jesús. Él sabe que el poder y sus intereses alejan de Dios a las personas, y desde esta lejanía no es posible entender su proyecto. Los discípulos no pueden seguir sumándose a esta mentalidad, les explica Jesús: no es por la dominación, ni por la fuerza como se conquista y acerca el reino de Dios, su Padre. La cercanía al Padre viene con la cercanía a los hermanos. Y al hermano nos acercamos con el servicio. Es necesario que los discípulos se hagan como niños, necesitados de su Padre, pero también, dispuestos a obedecer y a servir como el Hijo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Aarón Gutiérrez Nava C.M.
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