Todos buscamos la felicidad. Los cristianos sabemos dónde hallarla, aunque muchas veces nos cueste y vivamos en un mundo cuyos valores no son, tantas veces, cercanos a los propuestos por Jesucristo. En estos tiempos turbulentos, donde prácticamente solo oímos malas noticias, no olvidemos que el Señor camina a nuestro lado y nos anima a ser sal del mundo y luz en las tinieblas.
Salmo 1
¡Dichoso el hombre que no sigue
el consejo del egoísta
ni se deja dominar por la moda
o las leyes del mercado,
ni gasta su vida en seguir a los líderes
que quieren dominar a los demás
y ser los primeros!
¡Dichoso quien se alegra en el amor del Señor
e intenta hacer su voluntad cada día de su vida!
Su vida es fértil,
como un árbol plantado junto al río,
y sus obras son frutos
que alimentan y dan fuerzas renovadas
a todo aquél que se le acerca.
No es así con los malvados:
puesto que piensan únicamente en sí mismos
sólo dan frutos amargos
y su vida se seca en la soledad
del que se basta a sí mismo.
Mas no vencerán
ni sus intrigas conseguirán agotar la Esperanza:
porque el Señor acompaña al de recto proceder
y le anima en la lucha por un mundo solidario.
Javier F. Chento
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