1 Re 12, 26-32. 13, 33-34; Sal 105; Mc 8, 1-10.
¿Será verdad que aquella gente había seguido a Jesús por tres días ininterrumpidos? ¿Y hasta el punto de quedarse sin nada para comer? No lo sabemos. Parece que el texto quiere resaltar que la gente olvida casa y comida para ir detrás de Jesús en el desierto. Y Jesús es comprensivo y sabe ver la situación real de la gente: no tienen qué comer. ¿De dónde van a sacar para darles de comer? Jesús tiene experiencia de esto, una vez sintió hambre en el desierto y no cabe duda que la experiencia nos hace comprender la necesidad de los demás.
Para los discípulos esto parece un problema sin solución y presionan a Jesús para que envíe a la gente a su casa porque no saben qué hacer. Jesús sabe que nunca falta alguien que haya reservado algo para más tarde y que lo poco que tengan es salvación para todos los demás. Manda la gente a sentarse y, tomando los siete panes y dando gracias, los partió y los dio a sus discípulos para que los sirvieran. Hizo lo mismo con los peces. La actitud de Jesús recuerda la Eucaristía. El mensaje es éste: la participación en la Eucaristía tiene que llevarnos a dar y a compartir con los que no tienen pan. El resultado: todos comieron ¡y hasta sobró! Qué diferente a aquellos pocos que retienen para sí, de manera egoísta, los bienes que podrían salvar al mundo del hambre y de otras miserias.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Aarón Gutiérrez Nava C.M.
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