“Al momento se le abrieron los ojos”
1 Re 11, 29-32; Sal 80; Mc 7, 31-37.
En el evangelio de hoy Jesús continúa realizando prodigios entre los paganos. Eran llamados así porque ni escuchaban ni hablaban del Dios de Israel. Pero, como ya vimos, el concepto de Dios en Jesús es mucho más amplio: está abierto a todos, y esto hace que también todos se abran a Dios, el Padre de Jesucristo. Esta vez es Dios en Jesucristo quien toca a la persona. Lleva al hombre delante de la multitud. Pone sus dedos en los oídos del sordo y en su lengua le pone saliva. No es un acto de magia. En confianza en su Padre “mira hacia el cielo” y expresa su voluntad: “Éffata”, esto es, “¡Ábrete!”. ¿Quién puede oponerse al deseo, a la voluntad de Dios? Nadie. Al instante se abrieron los oídos del hombre aquel, que empezó a hablar correctamente.
A Dios no le gusta la publicidad. Necesitan publicidad aquellos que no convencen, que no pueden ser algo por sí mismos. Dios no necesita publicidad porque sus obras dicen más de lo que pueden entender las gentes. Por ello Jesús pide silencio. Con todo, la gente concluye: “Todo lo ha hecho bien. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.” Una vez más, si Dios no está en el corazón de la persona, le será muy difícil escuchar a Dios y comunicarlo a los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Aarón Gutiérrez Nava C.M.
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