Desde un punto de vista vicenciano: El profeta

por | Feb 6, 2022 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

«Ningún profeta es aceptado en su propia tierra». Entendemos lo que significa. Puede que nosotros mismos hayamos utilizado esa expresión para reflejar nuestra propia experiencia o describir la de otro. En nuestro lugar de origen, en nuestros hogares, somos «conocidos».  La gente recuerda de nuestra familia, de dónde venimos y de todos los progresos/errores que hemos hecho. A los que nos conocen les puede resultar difícil vernos de forma diferente a como siempre han pensado en nosotros.  Lo mismo ocurrió con Jesús: «¿No es éste el hijo de José?».  En las Escrituras, el origen de Jesús a veces sirve de base para rechazarle a él y a su mensaje: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?» (Jn 1:46).  En lugar de escuchar lo que tiene que decir, la gente prefiere encontrar excusas para no hacer caso a Jesús y para ignorar su presencia y su misión. Demasiado a menudo fue tratado sin honor por aquellos que podrían haberle conocido mejor y haberse visto más afectados por sus palabras.

Esta escritura nos recuerda nuestra responsabilidad de honrar a los profetas entre nosotros. Por supuesto, debemos tener claro el papel de estos agentes de la palabra y la obra de Dios. Un profeta no predice el futuro como si se tratara de un poder místico. Un profeta estudia el pasado, luego mira el presente y discierne hacia dónde nos llevarán nuestras elecciones. Reconoce cómo nuestra dirección actual puede llevarnos a la pérdida y al peligro o a donde fluyen las posibilidades. Un profeta estudia nuestra situación actual con ojos abiertos y atentos.

Jeremías subraya la llamada dinámica y el papel de un profeta:

Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía,
y antes que nacieses, te tenía consagrado:
yo profeta de las naciones te constituí…
pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido
en plaza fuerte, en pilar de hierro,
en muralla de bronce frente a toda esta tierra (Jer 1,5.18)

¡Qué poderosa descripción de esta figura que da testimonio del camino de Dios en nuestro mundo!

Podemos tener nuestros propios héroes que desempeñan este ministerio en la Iglesia y en nuestra sociedad. Hoy, permítanme resaltar la figura del papa Francisco.  A menudo se muestra como un profeta entre nosotros.

En Laudato Si’ habla en nombre de nuestro medio ambiente. Señala el claro daño que hacemos a nuestro mundo y el daño que infligimos a los más vulnerables entre nosotros. En Fratelli tutti, subtitulado «sobre la fraternidad y la amistad social», Francisco se inspira en la historia del Buen Samaritano; en el documento considera que el modo en que muchos países de nuestro mundo gestionaron la pandemia del Covid-19 reflejó un fracaso en la cooperación global. En Amoris Laetitia, «La alegría del amor», ofrece una exhortación apostólica que reflexiona sobre la vida familiar y fomenta los valores familiares.  También pide a los miembros de la Iglesia que tengan en cuenta las complejidades de la vida de las personas y que respeten sus conciencias. El papa Francisco asume el papel de profeta y nos invita a escuchar.

¿Quién más asume este papel que compartimos desde el Bautismo?  A veces, nuestro propio corazón contiene la palabra profética que nos convoca a estar atentos y a actuar. Es decir, alguien que habla con claridad y contundencia. Hemos de ser esas voces decididas que expresan lo que sabemos que es la verdad. Nos convertimos en «la ciudad fortificada», la «columna de hierro», el «muro de bronce» que, como dice el refrán cuáquero, «dice la verdad al poder».

No nos equivoquemos: los profetas son a menudo molestos y difíciles de tratar, pero eso no hace que su mensaje sea menos importante o inmediato para nosotros. Escuchen de nuevo al gran profeta Jeremías, que lanza el mensaje lleno de esperanza y alegría del Señor Dios al pueblo de Israel:

Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía,
y antes que nacieses, te tenía consagrado:
yo profeta de las naciones te constituí…

Jesús nos recuerda la importancia de prestar atención a nuestros profetas. Esforcémonos por hacerlo con una apertura que nos lleve al compromiso y al cambio. Podemos imaginar fácilmente a san Vicente como un profeta para su tiempo y para el nuestro.

Etiquetas: coronavirus

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