Heb 2, 14-18; Sal 23; Lc 2, 22-40.
Hoy, al celebrar el día mundial de la Vida Consagrada, les invito a pedir a Dios la fidelidad de todos aquellos que han dedicado su vida a seguir a Jesucristo en su servicio a Dios y a los hermanos.
Muchos de ellos son ancianos y ancianas como Simeón y Ana, dos profetas cuyo su estilo de vida habla de Dios, dice lo que Dios quiere de sus hijos. Pero a su vez, dos personajes del Pueblo sencillo y fiel, que se fía de las promesas de Dios y espera, sin dudar, a que se cumplan. Dos pobres premiados con un encuentro privilegiado con el Mesías.
La vida de los que se encuentran con Jesucristo no siempre es tranquila. El mundo es el escenario donde vivimos momentos de gran gozo y momentos de grandes penas, verdaderas “espadas de dolor” como las anunciadas a María, la Madre de Jesús y Madre nuestra. El problema es cómo vivimos esos momentos.
Solo la ternura de abrazar a Dios llena de misericordia el interior de la persona y da sentido a la vida. Hoy necesitamos profetas de este tipo: sencillos, disponibles, que no necesitan nada más para ser felices que un encuentro profundo con Jesucristo y poder exclamar: “Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz porque mis ojos han visto a tu Salvador”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Aarón Gutiérrez Nava C.M.
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