«¿No es este el hijo de José?»

Jer 1, 4-5. 17-19; Sal 70; 1 Cor 12, 31-13,13; Lc 4, 21-30.

Nazaret era una pequeña aldea, perdida entre las colinas de Galilea. Allí todos conocen a Jesús, lo han visto jugar y crecer entre ellos. Allí tiene muchos amigos y amigas de infancia.

Cuando Jesús se presenta ante ellos como enviado por Dios para los pobres y oprimidos, todos sus amigos, parientes y conocidos quedan sorprendidos y admirados. Su mensaje les agrada, pero no les basta. Piden que haga entre ellos las curaciones que ha realizado en otros lugares. Jesús no parece sorprenderse y pronuncia un refrán que quedará muy grabado en el recuerdo de sus seguidores: “les aseguro que ningún profeta es bien aceptado en su tierra”. Como dice Lucas, la incredulidad y el rechazo de los vecinos de Nazaret va creciendo y, al final, “furiosos, lo echan fuera del pueblo”.

El refrán de Jesús no es una banalidad, pues encierra una gran verdad. El profeta es una persona que hace presente la verdad de Dios, al mismo tiempo que pone al descubierto las mentiras y cobardías que rodean a la gente, y llama a todos a un cambio de vida. A Jesús, Profeta de Dios, le dejamos penetrar en nuestra vida cuando escuchamos sus palabras, nos dejamos transformar por su verdad y seguimos su estilo de vida.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Francisco Javier Álvarez Munguía C.M.