Siempre que he enseñado las Epístolas de Pablo o he impartido formación sobre estos textos, subrayo que hay que leer estas cartas como si estuvieran dirigidas a uno mismo y a una comunidad cristiana reunida para escucharlas. Hay que leerlas en voz alta como a una asamblea que ha venido a escucharlas. Cada carta que Pablo escribe presenta una exhortación para crear una iglesia que abrace nuestras creencias cristianas e invite a avanzar mutuamente. Ofrece consejos y disciplina. Alienta la formación y el crecimiento. Pablo se toma en serio los retos de formar una comunidad e insiste en su importancia.
Como católicos, seguimos tomando en serio el llamamiento del papa Francisco a la «sinodalidad» (o, como prefiero traducirlo para mí, «caminar juntos»). Las enseñanzas de Pablo pueden ofrecer un catecismo útil.
El tiempo ordinario de 2022 comienza en estas semanas y la segunda lectura de nuestras liturgias dominicales fluye de la primera carta de Pablo a los Corintios. En estas selecciones, Pablo ofrece una rica reflexión sobre el «caminar juntos». Una semana, habla de los dones del Espíritu para la comunidad cristiana; la semana siguiente, invita a reflexionar sobre el cuerpo místico de Cristo; luego, el amor ocupa el centro de la virtud cristiana; y así sucesivamente.
El papa Francisco enseña cómo la centralidad del Espíritu en el proceso sinodal debe mantenerse firmemente:
«La sinodalidad es un camino eclesial cuya alma es el Espíritu Santo. Sin el Espíritu Santo no hay sinodalidad» (Discurso a la Comisión Teológica Internacional en su 50º aniversario en el Vaticano, 29 de noviembre de 2019).
La conexión es clara. Cuando viajamos juntos, el Espíritu muestra el camino; cuando nos reunimos, el Espíritu dirige la conversación; cuando salimos a la misión, el Espíritu proporciona los dones para lograr nuestros objetivos. Llamar al Espíritu Santo el «alma» de nuestro esfuerzo enfatiza el papel del Espíritu como fuerza vivificante y potenciadora de nuestro paso.
Pablo afirma repetidamente el papel del Espíritu en la Iglesia:
Hermanos y hermanas:
Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo;
diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo;
diversidad de operaciones,
pero es el mismo Dios que obra en todos.
A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu
para provecho común. (1 Cor 12,4-7)
Continúa esta enseñanza ofreciendo una breve lista de los dones del Espíritu. Sugiere cómo los miembros de la comunidad reciben estas funciones para el bien común (1 Cor 12,8-11).
Dentro del proceso sinodal, debemos ver cómo un miembro aporta conocimiento, mientras que otro aporta sabiduría. Aunque no son lo mismo, ambos son importantes. Un individuo es capaz de realizar obras poderosas, mientras que otro aporta la curación. Un hermano puede hablar en lenguas, mientras que una hermana puede interpretar las lenguas. Tanto el titular como la comunidad a la que se sirve deben apreciar el valor y el propósito del don. Avanzamos juntos, pero lo hacemos apoyándonos en el Espíritu Santo que nos acompaña y vigoriza. Tanto Pablo como Francisco conocen esta verdad. Encarna el alma de nuestro camino.
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