“El reino de Dios es como una semilla de mostaza”
2 Sam 11, 1-17; Sal 50; Mc 4, 26-34.
En el presente pasaje evangélico se presenta el reino de Dios a través de dos pequeñas parábolas: la de la semilla automática y la de la pequeñez. Y se nos ofrecen dos enseñanzas: que el reino de Dios crece por sí solo, y que el reino de Dios es algo muy pequeño.
Estas dos parábolas pueden ayudarnos a superar pesimismos y desalientos. Los que piensan que el reino de Dios está en crisis y ya no interesa a casi nadie, es porque estas personas identifican el reino de Dios con el triunfo de la religión o de la Iglesia. Las cosas no son exactamente así. El Evangelio relaciona el reino de Dios con la curación de enfermos, con el alivio de sufrimientos y con la expulsión de demonios. Por lo tanto, el progreso del Reino no es un crecimiento de la religiosidad, sino de la felicidad, dignidad y libertad de las personas.
En nuestro mundo hay signos claros de que el Reino está creciendo: abolición de la esclavitud, de la servidumbre, protección de la infancia, promoción y liberación de la mujer, cuidado de los ancianos, lucha contra la miseria y el hambre. Nuestro mundo no ha inventado la compasión, pero sí la ha universalizado. Se ha puesto en marcha un proceso que ya es imparable. Así trabaja el Reino de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Francisco Javier Álvarez Munguía C.M.
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