“Vayan por todo el mundo”
Hech 22, 3-16 (o Hech 9, 1-22); Sal 116; Mc 16, 15-18.
Con frecuencia, el apóstol Pablo se refiere al episodio de su “conversión”, sobre todo en la carta a los Gálatas y a los Corintios. También el libro de los Hechos de los Apóstoles menciona este mismo hecho en tres ocasiones. El cambio de vida de Pablo fue decisivo para la Iglesia naciente; sus grandes cartas de orientación a la primitiva Iglesia así lo demuestran. Ahora bien, San Pablo no conoció al Jesús terreno, de ahí que las preocupaciones de Pablo estuvieron centradas en la muerte y resurrección de Jesucristo, no en la vida terrena de Jesús. Por tanto, la cristología de Pablo es inevitablemente incompleta, centrada más en la salvación eterna que en la salvación histórica y temporal, por la que tanto trabajó Jesús.
En este pasaje evangélico no se anuncia la existencia del infierno, sólo indica que, si alguien se resiste a creer, se condenará. No sabemos en qué puede consistir esa “condenación”. Lo importante de este pasaje está en los “signos” por los que se verá si la persona tiene fe. El mayor de todos es el que aparece al final: si se pasa por la vida liberando el dolor y las penas a los que sufren, ese gesto es un signo claro de fe en Jesucristo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Francisco Javier Álvarez Munguía C.M.
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