“Sígueme”
1 Sam 9, 1-4. 17-19; Sal 20; Mc 2, 13-17.
Por este pasaje evangélico y por todo el Evangelio en general, sabemos que Jesús fue un hombre “conflictivo”: sanaba a los enfermos en sábado (prohibido por la ley), perdonaba a los pecadores (derecho reservado al Sumo Sacerdote), comía con pecadores y gentes de mala vida, etc. Para los profesionales de la religión en tiempos de Jesús, era más importante la observación escrupulosa de la ley que la felicidad de las personas. Jesús pensaba exactamente lo contrario.
Como consecuencia de todo ello, Jesús no divide ni juzga a las personas: los buenos (para ser acogidos) y los malos (para ser excluidos). Este maniqueísmo religioso es diametralmente opuesto al Evangelio. “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos (pecadores)”, declara Jesús en contra del parecer de los teólogos de su tiempo. Más aún, él estaba convencido de que la sana convivencia fraterna da vida, da felicidad y salud a los enfermos.
Las parroquias y toda comunidad cristiana tendrían que ser “la casa de todos” y especialmente de los pobres y los excluidos de nuestras sociedades, deberían encontrar en ellas lo que los pecadores y gentes de mala fama encontraron en Jesús.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Francisco Javier Álvarez Munguía C.M.
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