Desde un punto de vista vicenciano: Viajando juntos a Belén

por | Ene 8, 2022 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

En un post anterior, señalé cómo me atrae la llamada del Santo Padre a la «sinodalidad». Su llamada a «viajar juntos» me recuerda que a menudo viajo solo y según mis propios medios. ¿Quiénes deben ser mis compañeros de camino y qué provisiones debo llevar? ¿Por qué eligió Jesús a sus discípulos y qué aportaron a su ministerio?  ¿Qué quiso decir con «seguidme»? ¿Qué lecciones ofrecen los relatos bíblicos sobre estas dinámicas?

La Iglesia ofrece abundantes y maravillosas ideas sobre el enfoque de viajar juntos. Leemos:

La sinodalidad permite a todo el pueblo de Dios caminar juntos, a la escucha del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios, para participar en la misión de la Iglesia en la comunión que Cristo establece entre nosotros. En definitiva, este camino de caminar juntos es la forma más eficaz de manifestar y poner en práctica la naturaleza de la Iglesia como Pueblo de Dios, peregrino y misionero (PD, 1).

Volvemos a escuchar el estímulo de avanzar como una comunidad que escucha y aprende de los demás. Lo que hacemos, lo hacemos juntos. Ese debe ser nuestro punto de partida.

El día de Navidad, algunas lecturas hablan de los pastores que vigilan sus rebaños por la noche. Contemplan una visión de ángeles que les dicen:

«Hoy, en la ciudad de David
os ha nacido un salvador que es Cristo y Señor.
Y esto será una señal para vosotros:
encontrarán un niño envuelto en pañales
y acostado en un pesebre».

Con esta noticia, los pastores se apresuraron a llegar a Belén, donde «encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre». Así, los judíos del lugar acuden a adorar al niño recién nacido.

En el Evangelio de la Epifanía, otros visitantes se dirigen hacia Belén. Ya sea que se les llame magos o reyes o astrólogos o astrónomos, son personas que vienen de lejos —como la historia dice, «de Oriente»— y ellos también viajan al pesebre de Jesús recién nacido. Han seguido una estrella que cruzaba los cielos. Ésta los dirige a Jerusalén y a Herodes, a quien piden consejo. Herodes tiene temores y no se alegra del nacimiento de un nuevo rey. Aún así, reúne información para los magos y los envía hacia Belén. Sin embargo, tiene un plan asesino que debe ejecutar (literalmente) después de que los magos le hayan enviado la información necesaria.

Partiendo, y una vez más guiados por la estrella, los visitantes extranjeros, encuentran su camino hacia

…el lugar donde estaba el niño.
Se alegraron mucho al ver la estrella
y al entrar en la casa
vieron al niño con María, su madre.
Se postraron y le rindieron homenaje.

Esta escena capta el significado de la Epifanía: ¡Jesús revelado al mundo entero! Tanto los pastores cercanos como los magos que venían de lejos son testigos del gran acontecimiento. Un grupo acoge una visión celestial y la promesa a un pueblo. El otro encuentra la dirección en el movimiento de los cielos y la confianza en un orden celestial. La espiritualidad y la ciencia conducen al mismo lugar. ¿Te imaginas a los pastores y a los magos encontrándose en el camino y compartiendo sus historias y esperanzas mientras viajan juntos?

Los relatos del tiempo de Navidad nos dicen que diferentes razones mueven a la gente hacia Belén: un censo, una palabra llevada por los ángeles, una búsqueda de sentido, un temor al futuro. Mientras hacemos el viaje, podemos preguntarnos por nuestros acompañantes:

  • Algunos son, sin duda, familiares, amigos y pastores de confianza con los que compartimos una herencia e historia de fe. Ofrecen apoyo y estabilidad.
  • Algunos pueden ser compañeros demasiado cómodos. Tal vez no surja ninguna palabra, esperanza o acción nueva entre nosotros. ¿Necesitamos revisar y ajustar nuestros vínculos para desafiarnos y cambiarnos unos a otros?
  • Algunos podrían aportar ideas originales: una nueva voz, una disciplina diferente, una visión desafiante. Les invitamos a viajar con nosotros. Quizás necesitemos emplear nuestros ojos más que nuestros oídos, nuestras manos más que nuestros pies, nuestros corazones más que nuestras mentes, nuestra imaginación más que nuestra memoria. O viceversa.
  • Y, algunos pueden viajar hacia Belén para sus propios fines. La perturbación y la agresividad pueden caracterizar a estas figuras que caminan al lado o delante o detrás de nosotros, pero no con nosotros. Como los magos, debemos estar atentos a sus intenciones.

Sí: hacer nuestro camino a Belén. Lo hacemos cada año. Y cada año, viajamos con otros. Podemos rezar en estos años de sinodalidad —de viaje juntos— para que procedamos con energía y apertura. La Palabra de Dios y el Espíritu Santo nos proporcionan un estímulo infalible. Nuestros compañeros deben ayudar a guiarnos por el camino correcto, al igual que nosotros contribuimos a su progreso. Juntos descubrimos el camino hacia el lugar donde Jesús nos espera y a donde nos atrae.

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