Navidad
El Niño Dios ha nacido hoy
en un hospital de campaña,
en el parque de la Industria,
donde antes de la pandemia
se realizaban diversos eventos.
Ahora es reclusorio de enfermos,
los que padecen de coronavirus.
El templo del arte y la cultura,
del mercado y las finanzas,
montado por la emergencia,
la salud es la que cuenta,
aunque la precariedad impera,
el silencio y el sufrimiento,
también la esperanza en la cura,
médicos se truenan los dedos,
enfermeras haciendo milagros,
el presupuesto es reducido,
no llegan a recibir su salario,
los límites a la orden del día,
insuficientes los insumos,
los turnos de doble tiempo,
inanición, sed y desvelos,
clamor que nadie escucha,
indiferencia del Estado,
y ellos muriendo solos,
más que héroes de Disney,
mártires y beatos devotos,
fieles a su juramento y misión,
llegan al cielo en procesión.
Ahora no hay privado ni tesis,
el trabajo de cada hora lo dice,
dispuestos a morir en batalla,
nunca pensaron lo que pasara,
pero entendieron la demanda;
se alistaron como soldados,
adorando están al Cordero,
al que como recién nacido,
en otras muchas ocasiones,
recibieron en sus manos.
El Niño Dios trae mascarilla,
sus manitas saben a alcohol,
lisitas, huelen a jabón y lejía,
sus padres hacen fila para un test,
para conseguir un medicamento,
en busca de leche para alimento,
a la espera de una vacuna lejana,
será la de los pobres, la barata,
con tal no esterilice el árbol,
será el acabose de la genealogía,
con tal no sea un engaño más,
y se quiera matar la esperanza,
la que no muere ni con veneno;
es la llave de los pueblos pobres,
los que comparten su pan,
donan su sangre y plasma,
para que la vida no se detenga,
porque la misión es la vida,
la que crea Dios cada día,
la que ningún magnate detiene,
porque más que tenga imperio,
prestigio y dinero mal habido,
no nos quitan la fe peregrina,
la de las posadas y novenas,
la que sale al encuentro,
de la familia y del recién nacido,
la que llevamos en el corazón,
aunque no se salga a la calle,
el Anda se lleva por dentro,
en el oído se oyen “chinchines”,
la tortuga y los villancicos,
memoria de incienso y pino,
sabor de chocolate y tamal,
dicen que ha sido virtual,
la posada se quedó en casa.
Fue fiesta de iglesia doméstica,
toditos juntitos en rincón de casita,
ya nadie se escapa de su infancia,
la ventaja del confinamiento,
nuevamente celebrando la fe.
Pero los económicamente solventes,
o más bien, los alienados del consumo,
por la sexta, moviéndose libremente,
comprando bagatelas en las plazas,
adornos artificiales y estrenos,
baratijas que vienen del extranjero,
porque las artesanías originarias,
tienen su dignidad y costo justo,
mientras tanto el pobre del campo,
no llega a tortillas y frijoles,
para saciar el hambre de los hijos,
siempre imperan las desigualdades,
el dinero manda en todas partes,
y el conseguirlo a cualquier precio.
Siguen los asaltos y aprovechamientos,
se roban el dinero del pueblo,
el de la salud y la educación,
parece la historia sin fin,
se repite la serie de ficción,
la ciudadanía adormecida,
con el móvil en la mano,
no mira ni donde camina,
comunicándose con extraños,
a los de cerca ni los divisa;
la virtualidad es la que reina,
reuniones, amistades y clases,
niños y jóvenes se intoxican,
nadie se entera del daño,
dicen que es sólo por este año,
pero esto no se termina ahora,
demanda cambio en el humano,
cambio de estilo de vida,
transformar el consumo excesivo,
la explotación de la madre tierra,
la extinción de la cruel guerra,
donde se disputan combustibles,
el oro negro, dorado y líquido;
estamos echados a perder,
no queda la conciencia limpia,
la que sabe elegir con libertad,
distinguir entre el bien y el mal,
expulsados del paraíso terrenal,
vagamos por el mundo como Caín,
nos aferramos al pecado social,
nos cuesta hacer fraternidad,
envidiamos al noble hermano,
sólo se piensa en exterminar,
al niño no nacido, al anciano,
al enfermo crónico y minusválido,
las leyes no saben la vida valorar,
no se protege a ninguna edad.
Pero no todo está perdido,
se hace presente la solidaridad,
nutritivos platos ofrece la olla,
uno de los programas del vecindario,
banderas blancas, está atento,
jóvenes organizados en Antigua,
dando comida buena en las calles,
a las familias pobres y hambrientas,
el comedor Santa Familia a la vanguardia,
con el almuerzo tibio y seguro,
por muchos años dando servicio,
a los habitantes de la calle ignorados,
cargadores del mercado y migrantes,
no se quedan atrás nuestros vecinos,
los humildes, Frailes Franciscanos,
con su centro de acogida a los pobres,
una merienda ofrecen en la pólvora,
los mercedarios con su tenacidad,
programas de alimentos y salud,
mujeres, jóvenes entusiastas,
sacando adelante la tarea:
Catequesis y servicio al prójimo;
los hermanos de Belén con lo suyo,
y todos juntos tras la huellas benditas,
del Santo Hermano Pedro, que vive,
en todos los cristianos que sirven,
caminan, rezan y llevan alivio diario,
a los necesitados de esta tierra,
la ciudad de calles empedradas,
que plenifica sus pasos con el rosario,
en la celebración de la cuaresma,
en la adoración del Santo Sacramento
y en el servicio gratuito al más necesitado;
y los niños bien formados por sus padres,
encerrados en sus casas y jugando sano,
cuidándose y cuidando a sus ancianos,
los padres y madres, que son responsables,
llevando el pan a casa con sudor y resuello,
por el uso de la mascarilla se corta el aliento,
pero todo va bien si se hace con gusto,
al interior de los templos gimen los rezos,
esto pasará pronto si leemos el mensaje,
hemos comenzado a cambiar algo,
falta lo más importante: el corazón.
Tener entrañas de misericordia,
velar unos por otros, es la solución,
cuando se haya logrado en comunión,
del virus nos habremos salvado.
Mi Niño Dios, lleva mascarilla,
se esconde a la espalda de María,
mientras José la madera cepilla,
hace pesebres en estos días,
para venderlos en las equinas,
hasta le encargan ataúdes de pino,
para los muchos del barrio fallecidos,
navidad es la vida que está naciendo,
navidad es la vida que está partiendo,
porque nos estamos dando cuenta,
lo frágil que se nace, se crece y acaba,
nos estamos estimando en vulnerabilidad,
el orgullo y prepotencia se vinieron al suelo,
todos somos propensos al contagio,
la pandemia nos deja la gran lección,
nadie es inmune a la enfermedad,
la muerte se burla de la precariedad,
hasta se dice que se hace más fuerte,
en otros países ya está mutando,
ya es la hora de hacer frente común,
no con fusiles, con cooperación,
obediencia a los protocolos de salud,
volver al distanciamiento social,
cuidarse para cuidar a los demás,
tener conciencia de comunidad,
dejar la distracción y el relajo,
las diversiones inútiles, egoísmo nato,
dejar excentricidades y vulgaridades,
dejar la ignorancia e indiferencia,
el escepticismo tiene su precio,
la incredulidad tiene su costo,
se ve crudo en los hospitales,
ya no se ve en el cementerio,
sólo quedan lápidas y epitafios,
para luego es tarde, es la hora.
Es navidad, no se vale el decir:
estamos cansados, desesperados,
nos mienten, nos han engañado,
no soporto el encierro, me estoy ahogando,
no me pongo la mascarilla, soy importante,
me voy a distraer, no pasa nada a nadie.
Empieza a pensar en la familia, los abuelos,
los que no tienen techo ni medicina,
los que no tiene el pan ni tortilla,
empecemos a retomar algunas prácticas,
que fueron echadas en el olvido,
un poco de penitencia y sacrificio,
negarse a sí mismo para salvar a otro,
esta es la enseñanza del Evangelio,
es la Palabra de Jesús, el Hijo de Dios,
quien nace en el pobre pesebre,
y muere en el tosco leño de la cruz
y nosotros sólo queremos comodidad,
rechazamos el sufrimiento y el dolor,
somos de la era de la satisfacción,
de lo momentáneo y sin solidez,
es hora de responder como debe ser,
apostarle a la vida en colectivo,
salvando la vida del cercano,
salvando la vida del planeta,
y cuando menos sintamos,
se ha ido la pandemia del Covid,
sanados, estamos todos y todas,
desde el momento que hicimos pausa,
de esta vida frenética que llevábamos,
como robots sin mirar a los lados,
sin detenernos ante el prójimo,
con la mirada perdida en la nada,
sin valorar el don de ser humano,
el regalo de la madre naturaleza,
el tesoro de la amistad gratuita,
la familia que nos construye,
el trabajo que nos dignifica,
la esperanza que nos sostiene,
la fe que nos guía e ilumina
y el amor que nos abre a la vida.
Es Navidad, todo es posible,
Dios se hace hombre cabal,
en la fragilidad de un niño,
que crecerá entre nosotros,
los que le acogemos en humildad,
le damos nuestros brazos abiertos,
y el corazón como casa y cuna.
Sor Floridalia Noguera.
Hija de la Caridad. Guatemala.
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