“Te alabaré, Señor, eternamente”
Is 54, 1-10; Sal 29; Lc 7, 24-30.
El poema que leemos hoy en la primera lectura, del profeta Isaías, está lleno de imágenes sorprendentes: Dios es el esposo siempre fiel mientras que Israel es presentado como la esposa que ha sido infiel y ha tenido que vivir abandonada, estéril y llena de vergüenza.
Ahora, a pesar de su infidelidad, Dios la invita a volver a su amor: “como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor”. Es un lenguaje entrañable que muestra los planes de salvación de Dios para con su pueblo.
A pesar de las múltiples faltas y caídas en nuestra vida cristiana, el Señor siempre se mostrará misericordioso con nosotros.
En este adviento la Iglesia, comunidad de los bautizados, está invitada a volver decididamente al amor como esposa fiel. El llamado es a abandonar las distracciones “extramatrimoniales” para entregarse plenamente a su esposo, Cristo.
Aceptemos su invitación y tomémonos el tiempo de prepararnos mediante el sacramento de la reconciliación. Él ya ha tomado la iniciativa de amarnos eternamente: “aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
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