¡La incertidumbre del acompañamiento en tiempos de desesperanza!
¡La Mezquindad en tiempos de agonía!
¡Frialdad y marginación!
¡Egoísmo e individualismo!
¡Religiosidad y privilegios!
Tratando de buscar una respuesta a lo que embarga mi supuesta conciencia vicentina, queriendo titular los sentimientos que nos invaden ante la falta de humanidad que nos rodea, y luchando por no ahogarme en la corriente del “si yo estoy bien, lo demás me es indiferente” vuelvo a leer con ávido entusiasmo los escritos heredados de San Vicente de Paúl y de todas las experiencias que marcaron su vida y su lucha por un mundo mejor.
Estimado San Vicente de nuestros amores: que hubo días en los que sentiste que te caía el mundo encima, que experimentaste en carne propia que nadabas contra corriente en busca de justicia, de esperanza y de solidaridad; que mirabas sufrir al pobre y marginado gemir de dolor, nauseabundo de no tener que comer, friolento por la falta de un abrigo y olvidado por el egoísmo del hombre.
¡Sentías que el mundo necesita de mucho amor, que pide a gritos la caridad y el abrazo fraterno!
Y te embarcaste en buscar aliados que polinizarán la vida del abandonado, con sus picaduras de esperanza, de amor, de fe, de la construcción de una mundo mejor, de un apretón de manos que les dijera: ¡No están solos! Enjugamos sus lágrimas con las de nosotros, los abrazamos para calentarnos juntos en el frio invierno y compartimos el pan que con fraternidad brindamos.
Entonces, mi triste alma se llena de fortaleza al vislumbrar que la herencia que con tanto amor nos dejaste, de tú sufrida pero emblemática travesía por esta tierra, y nos comprometes a sembrar el grano con el sudor de nuestra frente, abonarla con el amor iridiscente y cosecharla con la bondad, la caridad y la fraternidad con el que nos necesita y, a pesar de que el cielo se torne gris, que el camino que andamos sea pedregoso y aunque los obreros sean disminuidos por la avaricia y el individualismo, tu ejemplo nos motiva a tomar el azadón de la esperanza, a derrumbar en nombre de Jesús las barreras que nos alejan de la búsqueda del bien común sin excepción, especialmente, a nuestros amos y señores ¡Los pobres!
Rosa María Araujo.
El Salvador (MISEVI-SSVP)
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