Cuando se oye decir que alguien «actuando», no suele entenderse como un cumplido. Connota a alguien bajo estrés que muestra sus verdaderos colores, una persona que revela a través de su comportamiento algo de lo que realmente es en su interior. Pero la expresión no tiene por qué tomarse sólo en sentido negativo. También puede ser una ventana a los aspectos positivos que residen en las partes más profundas de una persona, como cuando en alguna emergencia una persona arriesga instintivamente su vida para salvar la de otra persona.
En los evangelios, Jesús da numerosos ejemplos de personas que «actúan» su religión, mostrando los verdaderos colores de su fe.
En el capítulo 12 de Marcos, por ejemplo, están los escribas, muchos de ellos auténticos pero unos pocos que no lo eran. Jesús ve a estos deficientes como «actuando» su sentido interno de lo que la religión -y Dios- significa para ellos. Y eso es, una forma de impresionar a los demás y de llamar la atención sobre sí mismos, de hecho una tentación perenne para las figuras principales de cada fe. Pero, lo que es más grave, utilizan su posición para aprovecharse de los vulnerables, en este caso viudas indigentes a las que exigen gravosos tributos.
Estos hombres se presentan como si tuvieran un conocimiento profundo de Dios. Pero su sentido instintivo y profundo de quién es Yahvé para ellos revela una deidad que utiliza el poder para impresionar y dominar a los débiles. Sus acciones y actitudes delatan su sentido deformado de quién es Dios para ellos.
Luego está la viuda, muy pobre y que apenas se nota, que también «actúa» sobre quién es el Santo para ella. Su Dios es todo don, constantemente generoso, siempre buscando el bienestar de los demás. Al dar sus dos últimas monedas, está «actuando» cómo experimenta a Dios; es decir, el Ser lleno de misericordia, magnánimo y sacrificado cuyo amor está en el centro no sólo de su universo, sino del universo.
Se acerca con dos monedas y podría haber echado sólo una en la colecta y, comprensiblemente, quedarse con la otra. Pero no da sólo una parte de lo que tiene, sino todo. Aquí la vemos actuando, no sólo el Dios que ella intuye, sino el mismo que Jesús está proclamando: su Padre amoroso y perdonador.
No hay que perder de vista la forma en que Marcos sitúa su historia para establecer el tono de todo lo que viene después; es decir, Jesucristo en su muerte sacrificial, dando todo lo que tiene, por nuestro bien. Este es Jesús, «actuando» su sentido interno de quién es Dios para él.
Para todos los que siguen a Vicente, no es un reto discernir los contornos de su sentimiento de Dios: el que todo lo ama derramando su bondad sobre todos, particularmente sobre los pobres.
La historia de la viuda es una oportunidad para preguntarnos qué comunica nuestro comportamiento de Dios, qué revelan nuestras actitudes de nuestra conciencia de quién es realmente el Todopoderoso… Y, sobre todo, para los discípulos de Jesús, de qué manera concreta podemos acercarnos a «actuar» su experiencia de Padre omnipotente.
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