“Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos”
1 Mac 1, 10-15. 41-43. 54-57. 62-64; Sal 118; Lc 18, 35-43.
La Palabra de Dios que escuchamos hoy nos invita a agradecer el don de la existencia, por más difícil que pueda ser la realidad que nos haya tocado vivir. A cada persona se le han dado dones, otros hay que adquirirlos o desarrollarlos a lo largo de nuestro diario caminar por esta vida.
Durante su existencia natural el ser humano, desde que nace, está en formación, crecimiento y desarrollo de sus facultades físicas, intelectuales y espirituales. Ante la necesidad que ordinariamente tiene de alguna habilidad, es necesario que desarrolle aquellas con las que cuenta, para vivir feliz a partir de lo que es y lo que tiene.
El ciego de Jericó es un gran ejemplo: alza la voz con la fuerza del corazón, con todo su ser suplica piedad, misericordia, compasión. Su mérito está en hacerse escuchar, tocar el corazón de quien le oye y saber pedir y ser agradecido con quien le ayuda.
Hoy podemos aprovechar para agradecer los dones que se nos han dado y que no hemos sabido valorar. ¿Cuán confiada, sencilla y agradecida es nuestra oración por las bendiciones que día a día recibimos?
Te alabo Padre Dios, Padre bueno, porque así te ha parecido bien, gracias por la vida que me das.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
0 comentarios