“Que todos los pueblos aclamen al Señor”
Rom 15, 14-21; Sal 97; Lc 16, 1-8.
En este evangelio una de las palabras clave es la de “audacia” o “astucia”. El administrador actuó con mucha astucia pensando en su futuro; así, con las cosas de su amo, hizo algunos movimientos que le garantizaran favores posteriores.
El amo, al considerar que su empleado actuó con astucia, muestra que Dios siempre está al pendiente de sus hijos, pero reconoce que los que son del mundo tienen habilidad mayor para los negocios que aquellos que buscan el amor y la misericordia de Dios.
La astucia nuestra es una habilidad que puede provocar en los demás la posibilidad de tener una vida más digna; si actuamos con astucia para llevar a cabo el mandato de Jesús de ir por todo el mundo y proclamar el evangelio, seremos capaces de llegar a más personas, de acercar a muchos de los hermanos al camino de Dios.
Desprendámonos de las habilidades del maligno, dejemos de engañarnos poniendo justificaciones para no actuar; mejor busquemos que nuestras obras sean signos de que vivimos en la luz.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
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