“El Señor es mi luz y mi salvación”
Rom 14, 7-12; Sal 26; Lc 15, 1-10.
El evangelio de este día nos presenta el cuestionamiento y reclamo que le hacen a Jesús por convivir con publicanos y pecadores. Como única respuesta a dichos reclamos, Jesús, de una manera sencilla pero muy clara y profunda, enseña la parábola de la oveja perdida.
Al reflexionar dicha parábola solemos centrarnos en la oveja, que es la que se extravía y no encuentra el camino; sin embargo, el texto, al igual que en muchas otras ocasiones, pretende hablarnos del amor tan grande e incondicional del Padre. Al Padre no le interesa el color, la posición o la condición de su oveja, Él simplemente entiende que las ovejas de su rebaño son para Él importantes, insustituibles. De esta manera, Jesús nos muestra que para Dios nadie queda excluido del Reino. Para esto el pastor está atento a las necesidades de su rebaño, pero está también vigilante para dirigirle en su camino y buscar la manera de que vuelva a Él.
Dios considera a cada uno de sus hijos tan valioso que no cesa en invitarle día con día a participar de su amor.
¿No debemos también de considerar al hermano como pieza esencial, importante e insustituible en nuestras vidas?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
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