¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?
Rom 7, 18-25; Sal 118; Lc 12, 54-59.
Por obra de Dios intuimos y sabemos lo que debe de hacerse en justicia en cada ocasión, pero como nos conviene que las cosas queden como están, porque nos favorecen o nos son cómodas, permanecemos callados. Así, si nadie dice nada, nos quedamos con lo que no nos corresponde.
¡Cuánta verdad en los dichos: “no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver”! Resulta muy cómodo justificarnos con cualquier argumento para no practicar la justicia, como si no supiéramos lo que corresponde a cada quien, Al Señor no lo podemos engañar. Él sabe que nosotros estamos enterados de la situación, que tenemos la capacidad de juzgarla y obrar con justicia.
Seamos honestos y sinceros, pongamos todas las cartas sobre la mesa y conversemos. No nos aprovechemos de la situación simplemente porque nos es favorable, aun cuando ello represente una pérdida o un sacrificio para nosotros.
Pidamos a Dios nos conceda un apego sincero a la justicia, que no alberguemos envidia en nuestros corazones.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Guillermina Vergara Macip, AIC México
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