“El Reino de Dios ha llegado a ustedes”
Jl 1, 13-15; 2, 1-2; Sal 9; Lc 11, 15-26
El cristiano no puede vivir su fe de manera mediocre: o se es cristiano o no se es. El discípulo de Cristo no puede acomodarse en la tibieza. Jesús nos llama a la radicalidad del amor, nos llama a la santidad. Nos pide todo porque, a su vez, nos lo da todo. No tengamos miedo de vivir plenamente nuestra vocación de bautizados y de testimoniar a Cristo con autenticidad en nuestro entorno.
Para ello necesitamos grandes dosis de entrega y de generosidad; sin nuestra atención, decisión y valentía el mundo terminará por influir más en nosotros que el Evangelio. El Señor nos ha hecho el gran don de su amor hasta el extremo, respondámosle con total radicalidad.
El mal y el egoísmo están cada día intentando que nos apartemos del camino, que nos desviemos o que disminuyamos o detengamos el paso.
La causa principal del fracaso en nuestra vida es el rechazo a Dios y la mediocridad en la vivencia de nuestra fe. Abramos nuestro corazón a la acción de Jesús y a todo lo que él quiere ser para nosotros.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Guillermina Vergara Macip, AIC México
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