Deleitar a los demás, no deleitarnos

por | Sep 30, 2021 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

La sabiduría de Dios hecha carne mora con nosotros.  Le deleita estar con nosotros.  Pero, más que nada, nos quiere deleitar.

Los escribas y los fariseos una y otra vez ponen a prueba a Jesús.  En el mejor de los casos, buscan conectarse con él.  Y en el peor, le tienden una trampa.  Pero en todo caso, parece que se quieren deleitar.

Y, ¿no somos igual que ellos?  ¿No nos hemos buscado deleitar con juegos?  Primero, con los juegos de los pequeños.  Luego con juegos en que participamos los adultos, juegos arteros para lucirnos y ganarnos puntos.

Sí, se le presenta a Jesús:  «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?».  Y en el relato de Mateo, se añade «por cualquier razón».

Es que Marcos busca aclararles a los cristianos, paganos antes, qué enseña Jesús.  No se mete el evangelista en una cuestión que es propia de los cristianos del judaísmo.  De que si está Jesús de lado de los rabinos estrictos o de los no estrictos.

Pero en Mateo y en Marcos, de modo frío le preguntan a Jesús los fariseos.  Es decir, no consideran a las señoras que no tienen los derechos de sus maridos.

A los que preguntan, solo les importa ponerlo a prueba a Jesús y saber su actitud.  En esto, sí, no se pueden sino deleitar.  Están de más otras consideraciones.

Estar de lado de Cristo es deleitar a los demás.

Y contesta Jesús a los fariseos con una pregunta.  Pero si bien tratan de conectarse con él, igual se les recuerda que se han de conectar también con las mujeres.  Las pierden de vista no rara vez los peritos por querer ser objetivos.

Por quedarnos también en nuestra torre de marfil, nos olvidamos de lo primordial.  Y pronto se nos escapan las palabras de nuestro éxtasis:

¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!  Su nombre será mujer, porque ha salido del hombre.

Y, más bien, se nos graban en la mente las palabras del «juego de las culpas»:

La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí.

Con tal juego no nos dejamos de deleitar, ¿verdad?  Y se les abre paso a unos más, en particular, a los de las imposiciones y sumisiones.  Y aún más nos desviamos del sueño del Creador desde el principio.  A saber, de la comunión para mujeres y varones, para todos los hombres y toda la creación (véase Gal 3, 28; Col 3, 11).

Y se espera de los remitidos al sueño que nos vistamos del amor, el vínculo.  Así no nos contaremos entre los olvidados de las preocupaciones, miedos, trabajos y esperanzas de los demás.  Entre los que dicen «grandes verdades», pero no tocan «el corazón» de la gente.

Es decisivo que los que decimos la Verdad hagamos conexiones (EG 34. 128. 154. 157. 232. 233; T.F McKenna).  Al igual que Dios que está cerca de nosotros (Dt 4, 7).  Al igual que el que no se avergüenza de llamarnos hermanos y hermanas, y de hacerse nuestra carne y sangre.  Ni se busca deleitar (Rom 15, 3), sino que deleita a sus ovejas (santo Tomás de Aquino).

Señor Jesús, danos ojos y corazón para los pobres.  Haz que luminosos nos logremos deleitar con los gozosos entre ellos, lloremos con los dolorosos, y exultemos con los gloriosos (véase SV.ES XI:561).  Así estaremos con los que aprenden sencillos la sabiduría, la reparten alegres y no se guardan sus riquezas (Sab 7, 13).

3 Octubre 2021
27º Domingo de T.O. (B)
Gén 2, 18-24; Heb 2, 9-11; Mc 10, 2-16

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