Jesús es constitutivo de la comunidad cristiana. ¿Esto lo decimos y vivimos como san Vicente?
Moisés deja claro lo que vale de verdad. Hace lo mismo Jesús. Según los dos, no se trata de nosotros. Ni del grupo que formamos como elegidos, dotados de dones para servir a los demás. Se trata, más bien, del que nos aparta para hacer de nosotros su pueblo. Por él, sí, nos constituimos suyos de modo singular (Dt 7, 6; 14, 2; Tit 2; 1 Pd 2, 9). En otras palabras, él es constitutivo del nuevo Pueblo de Dios.
En el monte Sinaí, sí, la Ley se da por medio de Moisés. Éste es el acto constitutivo del pueblo de Israel. Y en la montaña a la que ha subido Jesús, vienen la gracia y la verdad por medio de él. Al proclamar las bienaventuranzas, el nuevo Moisés las plantea como la constitución, la ley suprema, fundamental, fundacional del reino de Dios.
Y da a conocer Jesús que el reino que inaugura él no es uno más de tantos reinos mundanos que hay. Pues los bendecidos en el reino de Dios son los maldecidos en los reinos del mundo, la gente baja.
Es decir, los dichosos en los reinos del mundo son los que se muestran poderosos, ilustres, ricos, robustos, brutos. Prosperan ellos perversos y malvados (Sal 73). «Para ellos no hay sinsabores, están sanos y engreídos; no pasan las fatigas humanas ni sufren como los demás». Es por eso que muchos se vuelven a ellos y se beben sus palabras (véase también Sal 49, 19).
Constitutivo del reino de Dios
Pero los admirados ante el mundo son despreciables ante Dios. Es que han de entrar aún en el misterio de Dios. No se les ha enseñado que la vida es caduca (Sal 49, 13; 90, 12; Lc 12, 20). Ni han aprendido que constitutivo de ella es el trabajo diario aburrido (Sal 90, 10; Jb 7, 1).
El mundo, sí, mira las apariencias, pero no Dios (1 Sam 16, 7). Éste no juzga por ellas, ni sentencia de oídas; busca la justicia para los pequeños (Is 11, 3-4).
También se declaran dichosos en el pronunciamiento constitutivo del reino de Dios tales humildes y sufridos, esos que lloran. Y los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, la justicia. Los que, por ellas, se persiguen, se insultan, se calumnian. Es decir, sufren por sus pies «hermosos sobre los montes»; traen la Buena Nueva. Por ir con Jesús que cumple la Ley y los profetas, y encarna las bienaventuranzas.
No, ellas no son principios abstractos. Se refieren, sí, a Jesús. Y a los pobres, de carne y hueso, que guardan la verdadera religión (SV.ES XI:120). «No tienen nada, solo su fe» y los unos a los otros; se ven los más necesitados de Dios y de la comunión (véase Shifting).
Queda claro, pues, qué quiere decir ajustarnos a lo constitutivo del reino de Dios. Es abrazar a Jesús y a sus más pequeños hermanos y hermanas. Ellos, su amor, son lo constitutivo, la Regla, de nuestro ser y hacer (SV.ES XI:429). Y, por eso, están por encima de todas las reglas (SV.ES XI:1125). Tal amor, además, es tan inventivo que nos nutre del cuerpo y sangre de Cristo y nos impulsa hacia los pobres (SV.ES XI:65; CIC 1397).
Señor Jesús, te decimos lo constitutivo de nuestra misión. Haz que por medio de nosotros se sacien de pan los pobres de Sión y se vistan de gala sus sacerdotes (Sal 132, 15-16).
27 Septiembre 2021
San Vicente de Paúl
Is 52, 7-10; 1 Cor 1, 26 – 2, 2; Mt 5, 1-12a
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