“Tenía ganas de ver a Jesús”
Ag 1, 1-8; Sal 149; Lc 9, 7-9.
Herodes aparece en escena, está inquieto; dice el evangelio que no sabía a qué atenerse ya que se murmuraba que Juan el Bautista, a quien él había mandado decapitar, había resucitado. Van a ser los gestos y palabras de Jesús los que le llenen de inquietud y le hagan tener ganas de verlo.
Lo cierto es que la culpa por la muerte de Juan el Bautista se apodera de Herodes y no logra limpiar su conciencia, ni su pecado, al cual no renuncia porque sigue viviendo con Herodías, la mujer de su hermano. El dejarse seducir por un baile, le hace comprometer la mitad de su reino, situación que termina con la decapitación de Juan el Bautista.
A nosotros nos puede suceder algo semejante: que ante nuestra imprudencia, inmadurez o debilidad terminemos comprometiendo nuestra vida, nuestra paz, nuestra libertad… lo que nos traería grandes consecuencias.
Para Herodes, el oír hablar de Jesús despierta su curiosidad: “Tenía ganas de verlo”. Pero lo cierto es que a Jesús no le bastan las ganas de verlo, él nos pide un compromiso real por querer acoger su salvación, su perdón, su proyecto. Dios nos conceda esa gracia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: César Lara Rincón C.M
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