“A quien mucho ama, mucho se le perdonará”
1 Tim 4, 12-16; Sal 110; Lc 7, 36-50.
El pasaje evangélico de hoy, que tiene como protagonistas a Jesús y a una mujer portadora de un caro perfume, nos presenta uno de los signos del Reino de Dios. Jesús entra en casa de un fariseo culto, religioso y cumplidor de la ley, y se sienta a su mesa. A su vez, una mujer pecadora que al enterarse dónde estaba Jesús, se filtra en casa del fariseo llevando consigo un frasco de perfume. El encuentro de esta mujer con Jesús nos deja ver una serie de gestos de ternura hacia el Maestro: lava sus pies con sus lágrimas, los seca con sus cabellos y los perfuma.
Pero, ante una pecadora que realiza estos gestos de cercanía y de amor, tenemos a un “justo” que critica y sentencia. Es clara la lección: solo el amor incondicional de Jesús es capaz de entrar en el corazón de esta mujer y transformarlo, pues el amor tiene que ver con cuánto me siento perdonado y cuánto estoy dispuesto a perdonar. Quien poco amor manifiesta, solo muestra que se siente poco perdonado, que no se ha abierto a la misericordia infinita de Dios.
Pidamos al Señor que sean nuestra fe y los gestos de amor misericordioso los que nos permitan sentirnos redimidos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: César Lara Rincón C.M
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