“Junto a la cruz de Jesús”
1 Tim 3, 14-16; Sal 110; Jn 19, 25-27.
La presencia de María al pie de la cruz es la culminación de lo anunciado por Jesús en las bodas de Caná, es consentir la inmolación de la víctima que ella había engendrado, es inmolarse a sí misma. Ya lo dice el Concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, en el numero 58: “También la Santísima Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por designio divino, se mantuvo de pie, sufrió profundamente con su Hijo unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado.”
El estar de María al pie de la cruz no es casual, ni un mero testimonio de su sentimiento maternal, implica estar ahí herida en su corazón de madre, erguida y fuerte en su entrega, tomando sobre sí la cruz y llevándola con amor.
Pidamos a Nuestra Señora de los Dolores nos ayude a vivir como ella: con amor, fe y fortaleza “de pie, junto a la Cruz de su Hijo”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: César Lara Rincón C.M
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