«No llores»
1 Tim 3, 1-13; Sal 100; Lc 7, 11-17.
Las lecturas de hoy, aparentemente sin relación, coinciden en una cosa: resaltan la fuerza de la vida, que grita, muchas veces sin necesidad de palabras, en el silencio de los pobres e inocentes.
En el evangelio nos encontramos con la resurrección del hijo de la viuda de Naín. Llama la atención el silencio producido antes de que se dé el milagro. No hay palabras, es de suponer que, en medio del silencio, solo llega a escucharse el llanto de la tragedia acompañado por las lágrimas impotentes de una madre desconsolada y abandonada a su suerte.
Es entonces cuando la vida se hace oración, sin necesidad de palabras: “Al verla el Señor tuvo compasión de ella”. La misericordia y la compasión de Jesús se adelantan a la confesión de fe, que otras veces precede al signo milagroso. Aquí es el dolor mismo, la impotencia y la muerte las que claman a Jesús y encuentran respuesta.
En los momentos de dolor y sufrimiento ¿nos dejamos mirar por Dios o, por el contrario, nos encerramos en nuestra pena y dolor? Que el Señor sea nuestra fuerza y nuestro alivio.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: César Lara Rincón C.M
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