El mandato de la gran comisión (Mateo 28,19), «Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones», puede parecer sencillo a primera vista. Sin embargo, un mandato tan aparentemente sencillo, si se mira con detenimiento, realmente plantea muchas preguntas, como las siguientes: ¿Quién debe ir? ¿Sólo los apóstoles/discípulos? ¿Cuándo cesa el mandato?
Obviamente, no son solo los apóstoles/discípulos los que son enviados. La promesa del Señor Jesucristo de que estaría con los que llevaran a cabo la gran comisión hasta el fin de los tiempos, deja claro que las generaciones siguientes a la edad de los apóstoles/discípulos tienen que continuar el mandato hasta que el Señor vuelva.
Al crecer como niña en una familia católica muy devota en un pueblo del Estado del Delta de Nigeria, empecé a preguntarme cómo podía yo también contribuir al cumplimiento de esta gran comisión. No me satisfacía solo participar en la Liga de María y en la Cruzada del Rosario, cantar en el coro de la iglesia desde una edad temprana, ayudar a limpiar y decorar la iglesia, el altar y el santuario para los domingos y otras fiestas y festividades, ayudar a lavar y planchar la ropa de la iglesia.
En 1993, el reverendo Dr. Anthony O. Gbuji, obispo católico de la diócesis de Issele-Uku, en el estado del Delta, Nigeria, fundó las Hermanas de la Nueva Evangelización de la Madre del Perpetuo Socorro, una orden religiosa femenina. Lo hizo en respuesta a la repetida y apasionada llamada a la Iglesia para una Nueva Evangelización, por parte del entonces Sumo Pontífice de la Iglesia, el Papa Juan Pablo II, ahora san Juan Pablo II. La visión de Monseñor Gbuji para las Hermanas de la Nueva Evangelización (NES) fue dedicarse a la Evangelización Primaria, la Catequesis, la Enseñanza, los Servicios Clínicos, la Animación Espiritual, la Evangelización de Base, la Evangelización de Casa a Casa, llegar a las Escuelas, las Cárceles, a la Calle, los Servicios Sociales, la Atención Sanitaria, la Asistencia a las Familias, el Empoderamiento de las Mujeres, y el Cuidado de los Niños sin Madre, los Enfermos, las Viudas y los Ancianos confinados en casa.
Me enamoré de este proyecto del obispo Gbuji, y así me uní a las Hermanas de la NES. Cuando en 2013 se me presentó la oportunidad de ir a Botsuana para realizar un trabajo misionero, la aproveché con gran entusiasmo porque sentí que mi actividad misionera se extendía entonces más allá de mi propio país, y me permitía también «ir al mundo entero» para hacer discípulos.
En la Misión Católica de Santa Brígida, en Botsuana, donde trabajo desde hace casi ocho años, me he sentido realizada trabajando con niños por los que siento una gran pasión, cultivando en ellos el amor y el temor a Dios e inculcándoles valores morales. Les enseño historias bíblicas, canciones e himnos y les enseño el catecismo, y es una gran alegría para mí ver a muchos de ellos recibir los sacramentos del bautismo, la primera comunión, la confirmación y la reconciliación. Es muy gratificante ver el entusiasmo de los niños en su asistencia a la Escuela Dominical, aprendiendo de mí a decorar el Altar y el santuario y, a veces, acompañándome en las visitas pastorales de casa en casa. Algunos de ellos son miembros de la Juventud Mariana Vicenciana (JMV).
Theodora Nonyelim
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