“Las que estaban listas entraron con Él…”
1 Tes 4, 1-8; Sal 96; Mt 25, 1-13.
La parábola que leemos puede resultarnos poco acorde a la actitud compartida que Jesucristo suele promover, pero nos remite a que nada ni nadie puede sustituir nuestro encuentro personal con Dios.
El relato nos habla de cinco jóvenes previsoras y cinco descuidadas; pone a ambos grupos a la espera del novio para celebrar el banquete de bodas (símbolo de la alianza de Dios con la humanidad). Ambos grupos se llenaron de cansancio ante la espera (que simboliza la rutina de la vida, los retos de la vida, los desencuentros, etc.) y todas se quedaron dormidas. De manera inesperada el novio llega y quienes están atentas a su llegada entran con él… Casi siempre pensamos en la importancia del aceite (símbolo de la fe), pero, ¿y si lo verdaderamente importante era tan sólo esperar a que el novio llegará para entrar con él? (lo que uniría nuestra fe a la esperanza y a la caridad).
Señor, tantas veces me he quedado sin aceite en la vida y, tratando de ir a buscarlo ansiosamente, me he perdido de tu presencia. Enséñame a reconocer que, por encima de toda abundancia o escasez, siempre he de buscarte a ti. Amén.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Erick Fernando Martínez Benavides, CM.
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