«Venid vosotros aparte, para descansar un poco…» (Mc 6,31)

por | Ago 1, 2021 | Formación, Reflexiones, Thomas McKenna | 0 comentarios

Hay una escena en el capítulo 6 del Evangelio de Marcos que tiene un atractivo especial para cualquiera que haya estado alguna vez atrapado en una vida excesivamente ocupada y acelerada. Es el momento en el que Jesús dice a sus atribulados apóstoles, que se aparten de la rutina y «se separen» para descansar. Aquí Jesús está tomando para sí lo que bien podría ser su personaje favorito en los evangelios, el Pastor, el protector preocupado y solícito del rebaño. Y aunque ese tiempo de separación es breve, el cuidado que hay detrás de él se traslada a nosotros hoy.

Es muy necesario ese alejamiento, ciertamente para la salud mental y para romper con las rutinas agotadoras, pero también para alimentar nuestra vida de fe.

Este tiempo para dejar que las cosas se asienten adopta muchas formas. Ciertamente, es lo que los fieles hacen el domingo por la mañana cuando entran en una iglesia. Su atmósfera atrae la atención hacia los símbolos sagrados que la rodean, pero también atrae a la persona hacia lo que ocurre en su interior, a ese nivel en el que el Espíritu de Dios se mueve, nos empuja, nos reconforta y nos ama.

Entrar en este espacio ofrece la oportunidad de sentir el cuidado de ese Buen Pastor, que, como retrata el salmo, nos lleva a esos verdes pastos junto a esas aguas tranquilas, que refresca nuestros corazones y camina con nosotros por esos valles tenebrosos. Hay quienes se toman un tiempo extra para llegar temprano y simplemente sentarse en la tranquilidad y dejar que el entorno hable.

Los lugares de alejamiento no se limitan a las Iglesias. Conoces a gente que se aparta en retiros, breves de unas pocas horas robadas a un mes ajetreado, o más largos para aquellos que pueden permitirse el lujo de un tiempo de oración prolongado en una casa de retiro. Pero el espíritu es el mismo: cómo acallar y dedicar tiempo a escuchar esa pequeña y tranquila voz interior que es el propio Espíritu de Dios en nuestras profundidades, el Buen Pastor que nos guía, nos reúne y nos mueve.

En muchos casos, la forma más importante que adopta este mensaje de «apartarse» es la que se hace a diario. Lo son esas pausas rápidas en medio de un día repleto sólo para escuchar a Dios y sintonizar con la presencia del Espíritu. O esos valiosos son esos minutos justo después de despertarnos, cuando volvemos nuestra mente a los lugares en los que Dios podría aparecer en las horas siguientes. O quizás aún más útiles, esos minutos justo antes de irnos a dormir cuando miramos hacia atrás en el día para ver cómo Dios podría haber actuado o llamado, o de alguna manera tocado el mundo que nos rodea.

En el pasaje del Evangelio, el alejamiento de los apóstoles no duró mucho. En poco tiempo, las necesidades de la multitud los llamaron a regresar, y su actividad de atención fue su propio tipo de oración. Pero lo que sí hizo esa pausa, al menos brevemente, fue permitirles sentir la cercanía y el cuidado de ese Buen Pastor: el Señor Jesús guiando, refrescando, caminando con ellos a través de la oscuridad y hacia esos verdes pastos.

Vicente advierte repetidamente contra el exceso de actividad como una «artimaña del diablo con la que engaña a las personas buenas». Aconseja a Santa Luisa que «el Espíritu de Dios le impulsa a uno suavemente a hacer el bien que se puede hacer razonablemente».

Dedicar tiempo a estos interludios, a estas pequeñas islas de «separación», nos ayuda a escuchar la voz de ese Pastor en medio de todo el ajetreo de la vida moderna.

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