“Fue a su pueblo y se puso a enseñarles en la sinagoga”
Lev 23, 1. 4-11. 15-16. 27, 34-37; Sal 80; Mt 13, 54-58
Hoy el evangelio nos presenta a Jesús en su tierra, en casa, con los suyos, a quienes les predica sobre el Reino de Dios. Pero, como nos dice el prólogo de San Juan, “los suyos no le reconocieron”.
En ese pueblo que menciona el evangelio están representados hasta los más recónditos pueblos del mundo; sí, también ha venido a esta comunidad, a este pueblo, a esta ciudad, donde tú y yo nos encontramos, y también se ha puesto a enseñarnos, no ya en la sinagoga, pero sí en el templo, a través del legado que nos dejó con su Palabra, y también través de muchas personas que diariamente dan testimonio de que él camina entre nosotros.
Cabría aquí cuestionarnos: ¿lo hemos reconocido?, ¿hemos sabido acogerlo y escucharlo? ¿O, por el contrario, al igual que sus paisanos de aquel entonces, hemos pasado de largo ante su presencia discreta y callada que se manifiesta a través de los hermanos(as) con quienes compartimos camino? ¿Será que seguimos esperando a que se manifieste de manera espectacular, llamativa, deslumbrante?
Pidamos al Padre nos conceda apertura de mente y de corazón para no perder la oportunidad de reconocerlo, con una mirada amorosa y compasiva, en todos los seres humanos que él ha creado.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: María Raquel Estrada Díaz.
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