“Salió el sembrador a sembrar”
Éx 16, 1-5 .9-15; Sal 77; Mt 13, 1-9.
Escuchando esta parábola podríamos pensar que ese sembrador no sabía mucho de agricultura, pues un buen campesino primero escoge el lugar, prepara la tierra y espera el tiempo propicio antes de esparcir la semilla, para que ésta no se desperdicie, su trabajo no sea en vano y su inversión le sea redituable.
Sin embargo, vemos a Jesús que se desborda en generosidad, esparciendo la semilla (su Palabra) a manos llenas; la siembra en todos los que pueden escucharla: judíos y no judíos, hombres y mujeres, niños y adultos, pobres y ricos, enfermos y sanos, los cercanos y los alejados… Él sabe que no todas las mentes lo van a comprender y que no todos los corazones estarán dispuestos a acoger el mensaje. También conoce que no todos los que le dirán “sí”, responderán con la misma intensidad: algunos darán lo mínimo, otros se esforzarán un poco más y unos cuantos serán los que den lo mejor de sí mismos para esa apuesta del Reino que Jesús vino a anunciar.
Te pedimos Señor, ayúdanos a trabajar nuestra tierra para que pueda ser fértil, aún en medio de los desiertos que a veces nos toca cruzar. Concédenos ser generosos como tú, para anunciar tu palabra en todos los caminos donde nos solemos encontrar con nuestros hermanos..
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: María Raquel Estrada Díaz.
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