“Mi yugo es suave y mi carga ligera”

Éx 3, 13-20; Sal 104; Mt 11, 28-30.

Solo tres versículos conforman el evangelio de hoy, y en ellos Jesús nos hace una invitación amorosa para ir a él cuando estemos cansados y agobiados por la carga; y no solo eso, nos promete que él nos aliviará. Por otro lado, también nos convoca para aprender de él que es manso y humilde de corazón.

Jesús nos dice que su yugo es suave, sin embargo, generalmente cuando pensamos en un yugo lo relacionamos con opresión, con castigo, con dolor… Entonces, ¿qué tipo de yugo es del que nos habla el Señor? Es un yugo de amor. Es con su amor misericordioso con el que nos “ata”, con el que anhela nos mantengamos unidos a él, pero no por obligación, sino por la certeza y la esperanza de que solo en él podemos encontrar la plenitud. Jesús tiene un sueño para cada uno de nosotros: que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Pidamos al Padre nos conceda la gracia de la mansedumbre y la humildad para poder reconocer que necesitamos de él, porque solos no podemos con nuestra carga; y para disponernos también a socorrer a nuestros hermanos que piden nuestro apoyo cuando se encuentran agobiados.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: María Raquel Estrada Díaz.