Reunir a los dispersos, desorientados, separados

por | Jul 13, 2021 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesucristo es nuestra paz y nuestro descanso.  Está con nosotros para reunir a los dispersos, desorientados y disgregados.

Los apóstoles se vuelven a reunir con Jesús.  Le cuentan cómo han cumplido con su misión.  El Maestro, a su vez, ve en ellos el cansancio.  Les invita él, por lo tanto, a descansar.

A descansar, sí, que hacerlo es admitir también que el éxito es de Dios.  Éste procura el bien de los obreros en la gran mies mientras descansan (SV.ES XI:734; Sal 127, 2).

Pero la muchedumbre ni los deja comer.  Es por eso que van ellos solos en barca a un sitio tranquilo y apartado.

Y por así reunir a sus misioneros para que descansen, Jesús es como el amo en Lc 12, 37.  Ese amo hace sentar a la mesa a sus criados en vela, y les sirve.  No se les dice a esos que cumplen todo lo mandado que se han de tomar por siervos inútiles (Lc 17, 10).

Pero el descanso que desea el Maestro para sus misioneros no se realiza.  Pues resulta que una multitud se les ha adelantado allí donde acaban de desembarcar.  Al ver el gentío, Jesús se compadece de ellos, pues son como ovejas sin pastor.

En lugar de molestarse, frustrarse y fastidiarse, Jesús se compadece, sí, de los dispersos y desorientados.  Es que lo propio de él es lo mismo que lo de su Padre, a saber, la misericordia (SV.ES XI:253; EG 37).  Y esa misericordia no es solo cuestión de sentir, sino de hacer también.  No se compadece él con palabras, sino con las obras (véase 1 Jn 3, 17-18; Stg 2, 16).  Así pues, se pone a enseñarles muchas cosas.

Nos hemos de reunir en torno a la persona de Jesús para poder remediar como él las necesidades de la gente.

Pero no se nos concretan esas enseñanzas.  Y es mejor así, que lo que cuenta más que nada es la persona de Jesús.  Pues no pocas veces tanto se obsesiona por imponer tantas enseñanzas que se le pierde de vista al Maestro.  Al que encarna lo más importante de la ley:  la justicia, la misericordia y la fe (Mt 23, 23).  Al que enseña también que el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado (Mc 2, 27).

En torno a Jesús, sí, nos hemos de reunir para que haya encuentro personal entre él y nosotros.  Pues se comienza a ser cristiano por el encuentro con su persona (EG 3. 7).  Él es el que «da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».  Y de él se aprende cómo se les ha de ayudar con celo y respeto a los necesitados (SV.ES XI:393).

Además, si no nos dejamos de reunir con Jesús, él nos contagiará su amor.   Entonces, su razón de ser será la nuestra.   Y él ha venido para servir, entregar su cuerpo y derramar su sangre, y reunir a los dispersos (Jn 11, 51-52).  No busca tener poder bruto, sino ser el buen pastor.

Y los misioneros de Jesús que se van a reunir con él, ellos encontrarán, sí, el verdadero descanso.  Pues inquietos quedarán ellos, de verdad, hasta que descansen en el que los ha enviado.  Él será para ellos el sitio tranquilo y apartado.  Aun en medio de sus labores y frente a muchos retos.

Señor Jesús, no nos dejes de reunir, para que no andemos dispersos y desorientados como ovejas sin pastor.

18 Julio 2021
16º Domingo de T.O. (B)
Jer 23, 1-6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34

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