“A quien me reconozca, lo reconoceré ante mi Padre”
Gén 49, 29-32; 50, 15-26; Sal 104; Mt 10, 24-33.
En los pasajes evangélicos que hemos leído los últimos días, Jesús va dando pautas a sus discípulos de cómo enfrentar los retos y dificultades que se irán encontrando en el camino y exhortándolos a no tenerle miedo al mundo, sino a saberse y sentirse valiosos ante los ojos de Dios.
Anunciar el Evangelio no solo con palabras, sino con acciones y actitudes, es reconocer a Jesús como Hijo de Dios. Y si reconocemos a Jesús, seremos reconocidos por Él ante su Padre. ¡Qué gran regalo se nos da con esta promesa!
Sin embargo, conocer o reconocer a Jesús implica mucho más que solo aprender teoría y memorizar la Palabra para poder anunciarla; precisa vivir esa Palabra, asumiéndola, haciéndola propia, dejándonos primero desconfigurar de los esquemas caducos y egoístas, para después reconfigurarnos conforme al Evangelio, revistiéndonos de Jesucristo e imitando su modo de pensar, sentir, decidir y actuar, pues solo así los demás podrán confirmar que en verdad conocemos al Señor, porque podremos ser su imagen viva.
Hoy pidamos al Padre nos conceda reconocerle en todos aquellos que día a día se esfuerzan por vivir el Evangelio.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: María Raquel Estrada Díaz.
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