“Maestro, te seguiré a donde vayas”
Gén 18, 16-33; Sal 102; Mt 8, 18-22.
Jesús es el gran maestro de la humanidad. Habla lo que ha escuchado de su Padre, comunica la verdad auténtica de Dios y del hombre y, así, ofrece la verdadera libertad: “Si son mis discípulos conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8, 32). Pero, además, es un hombre inteligente, con un pensamiento lógico, un sólido conocimiento de la vida y de los hombres y, sobre todo, habla con sinceridad. No engaña ni miente a quienes lo escuchan. Se atreve a pedir actitudes casi heroicas a sus discípulos, no oculta las dificultades y los riesgos de seguirlo. Ningún maestro se ha atrevido nunca a pedir un compromiso tan radical a sus seguidores.
En el evangelio de hoy advierte a dos posibles discípulos sobre aquello a lo que deben estar dispuestos si quieren seguirlo: a vivir sin ataduras, sin apego a nada más que al Reino; a no tener ninguna seguridad, a vivir en la precariedad, la itinerancia, la necesidad; a ser signo de contradicción, a nadar contra corriente, en su misión de anunciar valores más grandes.
A cambio, les ofrece abrir todas las puertas y ventanas de su vida a una experiencia profunda y gozosa de la libertad, del amor y de la esperanza.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
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