Probablemente todos hemos visto una representación de esa estatua que se encuentra sobre el escritorio del Papa Francisco: el José dormido. Cuando el Santo Padre llegó a Roma desde Argentina, trajo consigo esta estatua. Su devoción por el patriarca de la Sagrada Familia es manifiesta. Celebró la misa inicial de su papado el 19 de marzo y ha declarado 2021 como el Año de San José. Ha dicho:
«Incluso cuando duerme, cuida de la Iglesia. ¡Sí! Sabemos que puede hacer eso. Entonces, cuando tengo un problema, una dificultad, escribo una pequeña nota y la pongo debajo de San José para que pueda soñar con eso! En otras palabras, le digo: ¡Ore por este problema!. ¡No olviden a San José que duerme! Jesús durmió con la protección de José».
Sí, Jesús dormía confiado en los cuidados de José.
El Evangelio de este domingo me llamó la atención sobre un Jesús de mayor edad, también dormido. Si un José dormido tiene algo que enseñarnos, ¿qué hay del Señor dormido?
El cuarto capítulo del Evangelio de Marcos comienza así:
Y otra vez [Jesús] se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas….(4,1-2)
Les enseña la parábola del sembrador y la semilla, la lámpara encendida para alumbrar una habitación, el grano de mostaza y otras lecciones. Luego, «aquel día, al caer la tarde, les dijo: ‘Pasemos a la otra orilla'» (4,35). Está claro que Jesús ha estado volcando su corazón en su ministerio con sus curaciones y enseñanzas. Así, después de un día completo, está cansado y se acuesta a descansar en la barca desde la que había predicado. Descansa porque ha trabajado mucho, y todo ser humano necesita dormir para recuperar sus fuerzas. Su sueño se debe a su trabajo. Me gusta esta idea. Después de estar ocupado con su ministerio, necesita descansar.
En segundo lugar, Jesús puede dormir en la barca porque confía en sus compañeros. La mayoría son pescadores capaces y experimentados. Cruzar el lago debería ser fácil para ellos. Con la confianza en las habilidades de sus discípulos, el sueño es algo natural para Jesús. Los pescadores no necesitan la ayuda de un carpintero para navegar por un lago conocido. Su sueño se produce por la confianza que tiene en sus seguidores.
En tercer lugar, Jesús descansa tranquilo porque sabe que este mundo está en manos de Dios. Puede dejar con confianza su cuidado a su Padre celestial, que cumple su voluntad según su propio tiempo y a su manera. Jesús descansa al ponerlo todo en manos de quien le ama y sostiene el universo. El sueño llega fácilmente con esa seguridad.
Así, Jesús duerme en la barca por (al menos) tres buenas razones: está cansado después de un día de trabajo; confía en los talentos de sus amigos; y sabe que el Padre tiene el control y que no ocurre nada que no se ajuste a la voluntad divina. Podemos imaginar esas mismas razones dirigidas a nosotros. En nuestro trabajo, debemos hacer lo mejor que podamos y luego aceptar la llamada al descanso. Hay una razón para el sábado. También podemos celebrar el bien que hacen tantas otras personas y permitir que esa seguridad nos estimule a cooperar y colaborar. Por último, podemos depositar nuestra confianza en la Divina Providencia. Vicente entendió ese pensamiento:
Entreguémonos a la providencia de Dios
y tengamos mucho cuidado de no adelantarnos a ella.
Así, junto a nuestra estatua del José dormido, podríamos colocar la estatua de Jesús dormido. Ambos tienen algo que enseñarnos cuando nos mantenemos despiertos a las posibilidades.
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